“La vida a veces es una locura, lo que pasó a principios de año, luego el podio en Bahrein, el apéndice, la recuperación, la victoria… Es una montaña rusa, pero me encantó, y estoy muy feliz”. Momentos antes de arrojar los guantes a los mecánicos que le esperaban ansiosos para abrazarle, Carlos Sainz miraba hacia las alturas, todavía con el casco puesto, sin duda reflexionando durante algunos segundos sobre todas las singulares experiencias que le está deparando este frenético 2024.
“Empecé el año con una no renovación (del contrato con Ferrari), luego, con el podio de Bahrein empecé la temporada bien. Luego, otro momento bajo sin saber cuánto me costaría recuperarme y volver a estar en forma. Y, de repente, vengo a Australia, y gano”.
Participar en el Gran Premio de Australia ya representaba para Carlos Sainz un logro hace apenas una semana, cuando ni siquiera a primera hora del viernes confiaba en soportar el pilotaje de su SF24, quince días después de pasar por el quirófano. Sin embargo, antes el madrileño apostó todas sus fichas al color del retorno.
Con interminables sesiones diarias de cámara hiperbárica, fisioterapia, criogenia…Si una rehabilitación normal de una apendicitis no baja de las tres semanas, Sainz luchó para afrontar las exigencias de un Fórmula 1 con tres agujeros en su cuerpo, un vendaje protector, y un monoplaza modificado para protegerle. Aunque seguro que ni siquiera el propio Carlos Sainz se esperaba semejante vaivén en esa “montaña rusa” en la que se ha convertido para él la presente temporada.
Enseñar la patita desde el sábado
La aplastante superioridad de Max Verstappen en los dos primeros grandes premios auguraba un tenor similar en Albert Park. Sin embargo, el trazado australiano exacerbaba el cada vez mayor potencial latente en el SF24 en curvas medias y rápidas. Pirelli traía los compuestos más blandos de su gama, y con temperaturas algo más bajas, durante el viernes y el sábado el holandés no se mostraba tan holgado con su RB20.
Las tandas largas de la segunda sesión de libres hicieron levantar la ceja a Red Bull, como reconocería Sergio Pérez. La degradación del SF24 estaba a la par, si no mejor, que la del RB20. El graining se convertía en el mayor temor para los equipos, pero en Ferrari el neumático aguantaba sorprendentemente. El sábado se confirmó el susto en el cuerpo para los hombres de Milton Keynes.
Carlos Sainz ganaba poco a poco confianza y tiraba progresivamente de su cuerpo. Pero nadie esperaba que liderara los primeros bloques de los clasificatorios. El madrileño parece empezar con mejor mano en este SF24 de diferente mapa aerodinámico al de 2023. Mejor que su compañero Leclerc.
De no ser por el latigazo en la curva 9 durante su último intento, Carlos Sainz podría haber arrancado en la pole. Diligentemente, Verstappen fue acoplándose a un monoplaza menos cómodo en esta pista, y logró la pole. Como se confirmaría al día siguiente, en Red Bull no las tenían todas consigo.
Sainz mostraba otro gesto en la parrilla de salida. Como sucedía progresivamente en días anteriores, el español mostraba un espíritu más aliviado al sentir que su proceso de recuperación seguía avanzando. Y porque, como había sentido su monoplaza en los libres de viernes y sábado, sabía que podía optar por una inesperada victoria. Quien lo hubiera dicho unos días antes. Tanto por el piloto, como por el propio equipo.
Y Verstappen no se le escapó a Carlos Sainz
Efectivamente, la primera sorpresa llegó cuando Verstappen no pudo despegarse del madrileño en la primera vuelta, tal y como suele acostumbrar este para quedar fuera del DRS de los rivales. Segunda sorpresa, cuando en la vuelta siguiente era Sainz quien adelantaba al holandés tras un pequeño error de este. La tercera y quizás más llamativa, cuando el Red Bull abandonaba envuelto a una nube de humo en la quinta vuelta. Se acabó la racha de diez victorias seguidas.
Se perdió un gran duelo entre ambos, pero Sainz aplicó desde ese momento la misma receta del holandés a sus rivales. Dosificó ritmo y velocidad a placer, y ni siquiera su compañero de equipo con el mismo monoplaza fue rival, como se confirmó en la vuelta 16, cuando Leclerc se colocó a un segundo por detrás después de sus respectivas paradas en boxes. Tras poner a punto su segundo juego, en la vuelta 31 ya le ha metido siete segundos para el monegasco. Carlos Sainz no tuvo rival en el Gran Premio de Australia. Ni siquiera su propio cuerpo, como temía unos días atrás.
De Carlos Sainz para atrás
“Siempre me sentí muy bien, aunque estoy un poco rígido la verdad, no fue muy fácil desde el punto de vista físico. Pero siempre he sabido gestionar el ritmo y los neumáticos”, resumía Sainz tras su especial y épico fin de semana. “Ha sido una carrera dura, pero estoy feliz y orgulloso del trabajo realizado por el equipo, de haber ganado con Charles segundo, porque esto demuestra cuánto trabajo hemos hecho, y lo loca que puede llegar a ser la vida”.
Leclerc, segundo, reconocía no haber tenido respuesta a su compañero, difícil de digerir frente a quien estaba hace quince días recién operado. McLaren hizo un gran trabajo con sus dos pilotos, subiendo a Lando Norris al podio sin dudar en dejar fuera a Oscar Piastri, el piloto local, para la mejor defensa de sus intereses. Sergio Pérez, quinto, confirmaba que con el ritmo del RB20 este fin de semana ni Verstappen posiblemente hubiera ganado a Carlos Sainz.
Mercedes fracasó estrepitosamente con sus dos monoplazas, tanto por ritmo como por el desenlace de la carrera, con Hamilton (fuera del Q3 el sábado) abandonado por la unidad de potencia y George Russell por accidente cuando perseguía a Fernando Alonso en los compases finales de la carrera-
Alonso, quinto monoplaza
Fue la sanción que el español recibió por el incidente del británico la que le relegó a la octava posición final. La en principio esperada por la posición del AMR24 en la actual parrilla de salida, el quinto monoplaza por competitividad, en pugna según el circuito con Mercedes.
Décimo Alonso en los entrenamientos, el monoplaza británico no tenía el ritmo a una vuelta que se le suponía a tenor de los dos primeros grandes premios. Sin embargo, un afortunado ‘virtual safety car’ en la carrera permitía entrar a Alonso en boxes para ahorrar unos segundos cuando sus más inmediatos rivales habían parado antes con bandera verde. En parte, gracias a la apuesta de neumático de salida para alargar al máximo el primer relevo a la caza de algún coche de seguridad. Salió bien. En principio
Gracias a semejante oportunidad, Alonso se enganchó al DRS de Sergio Pérez, ganando unos segundos cruciales que a final de carrera le colocaban por delante de George Russell. Como en Yedda -allí durante 42 vueltas- el asturiano mantuvo a su rival a rebufo, sin poder aprovechar el británico la aspiración para adelantarle.
Sin embargo, en la penúltima vuelta Russell perdía el control de su monoplaza y acabó en medio de la pista, volcado de un lado tras estamparse contra las protecciones. Allí terminaba su gran premio, pero no la sexta posición que en ese momento disfrutaba Alonso, mejor resultado del aspiraba el equipo británico.
Volver a la casilla de salida
“La telemetría muestra que Alonso levantó un poco más de 100 metros antes de lo que había hecho en esa curva durante la carrera. También frenó muy ligeramente en un punto en el que normalmente no frenaba (aunque la cantidad de freno fue tan leve que no fue la razón principal por la que su auto disminuyó la velocidad)”, explicaban los comisarios con endebles argumentos para la sanción que llegaría a continuación, “ y redujo la marcha en un punto en el que normalmente nunca la bajaba. Luego volvió a subir de marcha y aceleró hasta la curva antes de levantar de nuevo para tomar la curva”.
Veinte segundos de sanción relegaron al octavo puesto al español. “Según su propio relato del accidente, y en opinión de los comisarios, condujo de una manera que era al menos “potencialmente peligrosa” dada la naturaleza de muy alta velocidad en ese punto de la pista” remataban los comisarios.
Fernando Alonso volvía así a la casilla inicial del Gran Premio de Australia. Poca recompensa para una actuación donde volvía a colocar su monoplaza donde no se esperaba a base de un duro pilotaje. Demasiado para los comisarios, con un exceso de celo, pero poco éxito de convicción.
