La función del diferencial es vital para distribuir la velocidad de las ruedas motrices en el paso por curva. Imagina que en esa situación una de las ruedas gira sobre firme seco y la otra sobre una superficie deslizante. Esta última se llevaría toda la velocidad porque al girar ofrece menos resistencia y el vehículo no avanzaría solidariamente. Si esto mismo lo aplicamos a un vehículo de competición, y aunque el firme esté seco, en pleno apoyo la rueda interior recibiría más par al estar más 'descargada'.
Para evitar ese efecto se monta el diferencial autoblocante. Se calcula un determinado valor de diferencia de velocidad entra las ruedas motrices y por medio de un sistema mecánico o electrónico se bloquea parcialmente el diferencial para mandar par a la rueda que mayor adherencia tiene.
En el caso de un diferencial mecánico la eficacia del autoblocante se mide por el porcentaje que se transmite a la rueda con mayor adherencia. De esta manera podemos encontrar tarados del 25, 50, 75 por ciento… Digamos que cuanto más alto sea el porcentaje, más eficaz será el autoblocante, pero también será mucho más intrusivo y brusco a la hora de mantener la trayectoria.
Por ese motivo se han ido incorporando en diferenciales electrónicos a los vehículos de calle más prestacionales, un sistema que es muy efectivo y mucho más refinado en su funcionamiento.