Es cierto que los motores diésel no pasan por su mejor momento. El 'affaire' Volkswagen con algunos de sus motores TDI provocó un efecto rebote, pero la guerra ya había comenzado antes. Los motores diésel emiten menos cantidad de productos contaminantes que los motores de gasolina, pero el problema son los benzopirenos (muy cancerígenos) y los óxidos de nitrógeno (NOx). Los primeros quedan 'atrapados' en los filtros de partículas, pero los segundos hay que eliminarlos mediante una reacción química.
Aquí es donde entra en acción el AdBlue. Compuesto en un 32 por ciento por una solución acuosa denominada urea, ésta se inyecta a la entrada de un catalizador especial, donde se encuentra con los gases de escape provenientes de la combustión, y que portan numerosas partículas. Una reacción química transforma los NOx en nitrógeno y agua (también algo de CO2).
Con esta simple operación el vehículo contamina mucho menos y lo único que habrá que hacer es rellenar el depósito extra, que tiene una duración de unos 20.000 kilómetros. Avisa cuando se va acabando y si se agota podremos terminar el viaje, pero si apagamos el motor ya no volverá a arrancar hasta que no se haya repostado. Así funciona y por eso cada vez más motores diésel recurren al AdBlue.
Lo que no sabemos es lo que pasará en un futuro en materia municipal en ciudades como París, que ya anunció que en 2020 prohibirá los diésel por sus calles…