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BMW 420d Cabrio, atractivos al descubierto

Aunque el primer descapotable con motor diésel fue el Mercedes 260D de 1936, la combinación de mecánicas de gasóleo con carrocerías convertibles fue cayendo en el olvido, y la fórmula no renació hasta finales del siglo XX, cuando los ingenieros refinaron el funcionamiento de esos propulsores para usarlos en coches a los que se exige mayor exclusividad, deportividad… y agrado. Volkswagen fue la primera que se atrevió, en 1995, con el Golf Cabrio 1.9 TDI, y para ver un descapotable 'premium' en versión diésel hubo que esperar al Audi Cabrio 2.5 TDI de 2002. BMW se sumaba a la nueva corriente en 2004 con el 320 Cd Cabrio, y desde entonces la firma bávara siempre ha ofrecido en su gama esa combinación, que con el tiempo ha evolucionado hasta desembocar en el protagonista de estas páginas, el 420d Cabrio, que Motor 16 prueba esta semana en exclusiva. En estos diez años han cambiado muchas cosas: el actual modelo, dos generaciones más moderno que aquel 320 Cd Cabrio pionero, es más grande, tiene capota metálica en lugar de techo de lona -también el anterior Serie 3 Cabrio le fue 'infiel' ya a la capota blanda- y de su motor 2.0 de cuatro cilindros extrae 184 CV, 34 más que el coche de 1994. Hasta el nombre es nuevo, pues la casa de Munich ha decidido que sólo sean 'Serie 3' el sedán, el familiar y el Gran Turismo, creando para las variantes 'marchosas' -coupé, descapotable y Grand Coupé- la Serie 4.

En la gama Cabrio, que ahora llega a las tiendas, encontramos las versiones de gasolina 428i y 435i, con 245 y 306 CV respectivamente, pero en diésel la oferta inicial se limita a este 420d que tanto nos ha gustado, pues resulta suficientemente deportivo y gasta poquísimo en la práctica. Pero vayamos con el relato de nuestra semana de 'convivencia' con el último BMW.

BMW 420d Cabrio al detalle

Respecto a su antecesor, la carrocería crece 26 milímetros a lo largo -ahora ronda los 4,64 metros- y 43 a lo ancho, mientras que la distancia entre ejes aumenta nada menos que 50 milímetros y las vías no se quedan atrás en semejante evolución: 45 milímetros extra la delantera y… ¡¡81 la trasera!! Y todo eso es bueno, porque 'planta' mejor el chasis sobre la carrocería para ganar aplomo y sirve para ampliar el interior, lo que no viene mal en un descapotable, cuyas dos plazas traseras son justas hasta en modelos de este tamaño. Aquí, no obstante, sigue sin sobrar espacio, y con un conductor de 1,75 al volante quedan 68 centímetros de distancia entre respaldos en la segunda fila. Podremos viajar cuatro adultos, pero los de atrás se sentirán un poco 'encorsetados'.

Por anchura y altura al techo, ningún problema -hay 91 centímetros al techo en la fila posterior-, pero el maletero, pese a mejorar, vuelve a defraudarnos un poco. Porque si guardamos el techo -la bandeja separadora deberá estar bajada previamente- sólo tenemos 220 litros para equipaje, y apenas queda hueco para meter las cosas, salvo que pulsemos el botón que eleva el conjunto -incluso la tapa del maletero- para facilitar la estiba. Y los 370 litros que hay para maletas con el techo puesto están mejor, pero tampoco baten récords en su clase.

Además, seguimos sin entender que en coches de este tipo -sobre todo si son 'premium' como este 420d- siga siendo opcional el paravientos, porque la diferencia entre circular con él y sin él es como de la noche al día: con esa pieza puesta -anula las plazas traseras, tras cuyo respaldo va oculto cuando no lo usamos- no aparecen turbulencias incluso a velocidad de 'autobahn' -por ejemplo, a 180 km/h no molesta el aire-, mientras que sin paravientos empieza a moverse el pelo -cuando lo hay- desde sólo 100 km/h. O sea, que serán 494 euros bien invertidos.

420d Cabrio, deportividad en estado puro

En marcha descubrimos también que el 420d Cabrio aporta la deportividad que esperamos de todo BMW. En primer lugar, por el tacto general, destacando esa dirección suave, precisa y sin atisbo de vibración mecánica -que sí tienen los coches con tracción delantera- a la que nos tiene acostumbrados la firma de Munich en sus coches de propulsión. Es apuntar con el volante y entrar por donde queremos. Una gozada en tramos de montaña, donde también brillan los cuatro discos ventilados que componen el sistema de frenos, pues aguantan los tratos despiadados y detienen el coche alemán en poco espacio: 50,7 metros para parar desde 120 km/h, y con el firme ligeramente húmedo, es de nota. El conjunto se redondea con una estabilidad estupenda -se nota lo ancho de vías que es-, pues apoya muy bien, balancea poco, tiene un paso por curva rapidísimo y da igual si el firme está algo roto, pues el multibrazo posterior se adapta a cualquier escenario. Además, el estabilizador DSC no se entromete, y si pulsamos una vez su botón pasaremos a un nivel 'atenuado' de intervención que consiente suaves derrapadas muy fáciles de controlar. Cien por cien BMW.

En segundo lugar, la deportividad viene dada por 184 CV que empujan de verdad. El 420d no es un cohete, pues pesa 1.755 kilos en orden de marcha, pero es rápido y transmite sensación de agilidad. Para empezar, cumple lo prometido, pues le hemos medido los 8,2 segundos que anuncia en la aceleración de 0 a 100 km/h, y permite adelantamientos bastante rápidos ayudado por dos factores: un motor con mucho par desde bajo régimen -el valor máximo es de 38,8 mkg entre 1.750 y 2.750 vueltas- y desarrollos de cambio bien elegidos, con una sexta plenamente utilizable de 54 km/h por cada 1.000 rpm. Y el cambio manual convence por manejo, aunque no parece mala idea optar por la caja automática, de ocho marchas -2.550 euros extra, más 235 si queremos levas en el volante-, que reduce el gasto -la media oficial baja de 5,1 a 4,8 litros- y aumenta el agrado de uso. Ya que citamos el consumo, decir que, una vez más, hemos constatado lo poco que gastan las versiones diésel de BMW, pues una media real de seis litros en un vehículo como éste es un valor sobresaliente.

En cuanto al precio, los 49.900 euros de partida se nos antojan excesivos, pues un A5 Cabrio 2.0 TDI de 177 CV se queda en 47.820; y un Opel Cabrio 2.0 Biturbo en versión Excellence, con 195 CV, les pone en evidencia a ambos con su factura de 34.800 euros. Además, BMW no equipa bien de serie a su 420d, 'obligando' a tirar de una lista de opciones en la que hay de todo, pero todo es caro: por citar algún ejemplo, control de velocidad de crucero -369 euros-, sensor de parking trasero -581-, respaldo trasero abatible, deflector de aire…