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Aquí nacen los Mercedes de F-1

Cuando pregunté cuánta gente trabaja en la sede central de Mercedes-AMG Petronas en Brackley y me respondieron que 700 debí arquear involuntariamente las cejas. Y lo imagino porque cuando, a continuación, me puntualizan que en Brixworth, a 45 kilómetros de donde me encuentro, hay otros 400 empleados trabajando para Mercedes-AMG High Performance Powertrains -encargada del grupo propulsor del monoplaza- debí aumentar mi mueca de asombro sin darme cuenta, lo que indujo a mi interlocutor a ponerme en situación: 1.100 personas es lo normal en un equipo puntero de Fórmula 1.

Frente a estas magnitudes, y dejando a un lado los niveles de emoción sobre la pista conseguidos por unos campeonatos u otros, el Mundial de MotoGP, las Indycar Series americanas o el Campeonato del Mundo de Rallys aparecen casi como meras 'carreras de pueblo'.

Ingenieros, mecánicos, informáticos: muchas piezas clave

Un equipo de Fórmula 1 podría representarse, desde el punto de vista mediático, como una pirámide en cuya cúspide se encuentran sus dos pilotos de carrera, en este caso el alemán Nico Rosberg y el británico Lewis Hamilton, pero ese 'dibujo' se torna simplista cuando, desde dentro, te explican cómo funciona todo realmente. Los pilotos son los mejor pagados y los elementos más visibles de la organización, pero no necesariamente las piezas clave de una maquinaría donde todos cuentan: diseñadores, ingenieros, mecánicos, informáticos…  

Nuestra visita a Brackley comienza por una especie de museo donde, por ejemplo, se exhiben los trofeos logrados, y hay una pequeña representación de monos, cascos o guantes usados por los pilotos, además de algún coche. Es el punto elegido por nuestros anfitriones para invitarnos educadamente a deshacernos de teléfonos móviles y cámaras fotográficas, que el grupo de periodistas españoles introducimos en un gran sobre.

Pese a ello, no pisaremos ninguna zona 'caliente' de los edificios, como el túnel de viento, que estaba siendo utilizado esa mañana, o la sala poblada de grandes pantallas de ordenador donde se diseñan piezas, que sólo pudimos ver a lo lejos. Sin duda, allí son conscientes de que hoy, además de los móviles y las cámaras, hay muchos otros 'aparatitos' capaces de fotografiar, desde un reloj hasta unas gafas.

El puesto de mando

Especialmente llamativa es la sala de 'soporte de carrera', un puesto de mando presidido por una gigantesca pantalla y múltiples monitores complementarios donde dos docenas de personas ven las carreras en directo y analizan todos los datos imaginables, como telemetría, meteorología… Nos cuentan que para cada prueba se elaboran previamente 300.000 simulaciones de carrera, y que tras los entrenamientos clasificatorios, cuando ya se conoce la parrilla, se trabaja ya 'sólo' sobre 10.000 escenarios posibles. El objetivo es que cuando algo suceda ya se sepa cómo reaccionar porque todo estaba previsto, aunque esos miles de combinaciones no tienen en cuenta 'sucesos extraordinarios', como accidentes o problemas mecánicos que hagan rodar a uno de sus coches muy despacio.

En realidad, la visita gira en torno a datos sorprendentes, como los 16 enormes trailers que se trasladan a cada circuito en un fin de semana de carrera o las 7 horas que transcurren nada más desde que se da el banderazo de llegada al ganador hasta que todo está recogido y en el circuito no queda rastro alguno del paso del equipo. Los coches completos, salvo los neumáticos, regresan al Reino Unido, donde los propulsores híbridos viajan a Brixworth y el resto del monoplaza se encamina a Brackley.

Se desmonta el coche tras cada carrera

Es aquí donde los coches de desmontan pieza a pieza, y donde se inicia un proceso frenético, pero tan concienzudo como el de un relojero suizo ajustando una maquinaria. Porque después de cada carrera se limpian y comprueban al microscopio unas 200 piezas metálicas, mientras que los elementos de carbono se reparan y reaprovechan, pues la máxima del equipo es reciclar dentro de lo posible. Hay seis chasis para la temporada, lo que no parece mucho en comparación con otras cifras, pero excepto en casos de destrucción por accidente un chasis se repara bien. Eso sí, en ocasiones se han necesitado hasta 30 días para dejar como nueva la plataforma sobre la que se asienta el monoplaza.

Nos muestran el taller de fibra de carbono, la fábrica de moldes o el lugar donde se producen las piezas metálicas, y nos cuentan que pasan sólo 20 días desde que algo se diseña hasta que se monta en el coche. Y como guinda, entramos en el simulador, una sala de realidad virtual presidida por un monoplaza idéntico al 'de verdad' y donde Rosberg y Hamilton, usando casco y mono, entrenan cada carrera durante horas con una minuciosidad excepcional. Un ejemplo: de cara a la prueba de Montmeló, Hamilton pidió que cambiasen el color de la pista en la pantalla coinciendo con los cambios de asfalto para tener mejores referencia de frenada. Esto es la Fórmula 1.