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Comparativa Citroën C3 HDI 90 Collection y Citroën C4 Cactus e-HDI 92 ETG6 Feel Fine. Mismo asunto, distintas visiones.

En esta cuarta entrega de nuestra serie de comparativas entre utilitarios y pequeños «crossover» le toca el turno a Citroën, un fabricante que sabe de la importancia de esta parcela de mercado desde que la llegada del AX, en 1986, señalase un antes y un después en la historia de la casa francesa. Tres décadas después, la firma del doble chevrón cuenta con una oferta más completa que nunca, con modelos que se adaptan a cualquier necesidad. Y ahí entran Citroën C3 y Citroën C4 Cactus, que pueden realizar «trabajos» similares pese a que, como veremos, son productos bien diferentes. El primero responde a un enfoque más clásico, que prima racionalidad y economía, mientras que el segundo explora nuevos «territorios». Mezcla conceptos -de ahí lo de «crossover»-, de forma que sin dejar de ser un utilitario asequible y barato de mantener propone otras ideas, una imagen más personal y una experiencia de conducción innovadora y 'simplificada'.

Precios » Comparar no es nada fácil

Como en los duelos ya publicados Renault Clio-Renault Captur, Peugeot 208-Peugeot 2008 y Ford Fiesta-Ford EcoSport empezaremos analizando el capítulo económico, vital para la mayoría. Una labor que, digámoslo ya, es más difícil en esta ocasión por las filosofías radicalmente opuestas de nuestros protagonistas y porque cada uno exhibe políticas de equipamiento con poco en común. Como en la prueba de los coches de Peugeot, aquí también hemos optado por el robusto y eficaz diésel 1.6 de 92 caballos, alternativa ideal para todo tipo de usos. Y mientras el C3 dotado de esa mecánica HDi permite elegir entre el cambio manual de cinco marchas y la nueva caja manual pilotada ETG6 de seis relaciones, el C4 Cactus ofrece sólo la segunda, y si un cliente quiere ese coche con motor de gasóleo y cambio manual deberá «escalar» al Citroën C4 Cactus BlueHDi de 100 CV. En ese sentido, bien por el C3, porque eso ya tiene influencia en los precios: hay un C3 HDi 90, con caja manual y acabado Collection, por 17.700 euros, mientras que el más asequible de los C4 Cactus eHDi 92 con transmisión ETG6 -la «e» en la denominación del motor se refiere a la función de ahorro «Stop&Start», presente también en el C3 eHDi 92 ETG6- arranca en 19.430 euros. Y ojo, porque los C3 se benefician ahora de un descuento de 2.700 euros que ajusta el precio de la versión probada a 15.000 euros, mientras que la promoción en el C4 Cactus es, según acabados, de 1.200 ó 1.800 euros. En el Feel Fine que nos ocupa es el más generoso, y eso deja la factura en 17.630 euros, lo que lleva la diferencia a 2.630 euros, de los que 1.000 deben atribuirse a la transmisión ETG6 «obligatoria» en este C4 Cactus. O sea, que podríamos hablar de unos 1.630 euros como diferencia de precio real a favor del C3; aunque todo se complica un poco más, si cabe, al repasar los equipamientos del C3 Collection -por encima sólo se sitúa el Exclusive- y el C4 Cactus Feel Fine -por encima hay Feel, Feel Cool y Shine-. Y es que, en líneas generales, el C3 está más dotado: tiene cuentavueltas, lleva climatizador automático en vez de aire acondicionado, su volante puede ajustarse en altura y profundidad -sólo en altura el del Cactus- y su respaldo trasero se abate por partes -es de una pieza en su «hermano»-. Además, con el nivel Feel Fine apenas hay opciones -para la sesión de fotos utilizamos una unidad con acabado superior, mejor equipada y con muchas opciones-, mientras que en el C3 Collection podemos pedir el Pack Collection Plus -incluye elementos interesantes por 1.030 euros- o el navegador eMyWay con pantalla a color.

No obstante, el C4 Cactus trae de serie cosas que no hay en el C3, como el asistente de arranque en cuesta o la pantalla táctil a color, que centraliza casi todas las funciones: climatización, audio, ordenador… Y es que la firma gala apuesta por una atmósfera ciertamente minimalista en su «crossover», con instrumentación digital sencillita, la citada pantalla central o un cambio de marchas sin pomo, sustituido por tres botones en la consola -D, R y N- y las levas del volante para cambiar manualmente. Al respecto, pediríamos dos cosas: que los botones citados quedasen más a mano y que hubiera un botón «P» para inmovilizar el coche al quitar el freno de mano con el motor en marcha.

El minimalismo y la batalla contra el peso -el Cactus arroja en báscula unos 10 kilos menos que el C3 pese a medir 22 centímetros más- ha llevado a prescindir también de los elevalunas traseros -el cristal sólo puede abrirse mediante un mecanismo de compás-, los agarraderos superiores o la cortina parasol si el coche equipa techo acristalado, de modo que acaban mezclándose rasgos de producto vanguardista -el cuero bitono del volante, las dos pantallas sobre el salpicadero, la enorme guantera principal…- con detalles «low cost». El interior del C3 es bastante más uniforme, más clásico: todo cae en el sitio habitual, hay un diseño más sobrio y en su dotación no encontramos las ausencias palmarias que sorprenden en el Cactus. Éste, a cambio, tiene cosas que no ofrece ningún otro coche, como los «airbump» que protegen las puertas o el airbag de copiloto en el techo.

Amplitud » Bien los dos, pero uno mejor   

Si seguimos repasando el interior toca hablar de espacio. Podría pensarse que un coche de 394 centímetros tendrá poco que hacer en este capítulo frente a uno de 416, pero el C3 está bien aprovechado y «se alza» más que sus rivales directos, como Clio, 208 o Fiesta. De hecho, sin tener en cuenta las barras de techo del Cactus, el C3 es ligeramente más alto, y eso se nota incluso al volante, pues vamos algo más arriba. Cinta métrica en mano descubrimos que la superioridad del «crossover» frente al utilitario se centra en tres cotas: altura en las plazas delanteras -40 milímetros extra-, anchura trasera -30 mm de diferencia- y hueco para las piernas en la segunda fila -35 mm de ventaja-. El C3 no es angosto, pero su rival ofrece más sensación de amplitud, y si quieren viajar tres en la parte posterior lo harán mal en el C3 y con algo más de confort en su oponente.

Además, en cuestión de confort hay otros factores a considerar, como la rumorosidad algo mejor filtrada en el Cactus o la distinta naturaleza de sus asientos: mientras  el «crossover» de Citroën, fabricado en exclusiva en Madrid, apuesta por unas butacas delanteras llamadas «espíritu sofá» -parecen una banqueta corrida, van relativamente bajas y tienen un mullido demasiado blando a nuestro juicio-, las del C3 son más convencionales. Y mejorables, pues el respaldo apenas sujeta en curva.

En cuanto al acabado, no hay que esperar ni materiales de primera ni un ajuste perfecto, pues estamos ante dos productos de planteamiento económico, pero en ninguno se perciben fallos de terminación graves y en el Cactus se aprecia el interés de los diseñadores por innovar y agradar.

Si pasamos a la zona del maletero, los dos convencen. Gana el «crossover» por sus 358 litros y porque debajo lleva rueda de repuesto normal, pero los 300 del C3, que también tiene quinta rueda pero tipo «galleta», nos parecen un gran valor para un utilitario de 3,94 metros. Y encima, con un extra de versatilidad sobre su 'hermano', pues el respaldo abatible 60:40 permite agrandar la zona de carga incluso si viajan tres personas.

Rendimiento » En línea con su filosofía

El C3 se ofrece con un diésel HDi 70 y el Cactus con el BlueHDi 100, pero ambos comparten este diésel 1.6 de 92 CV probado que tanto nos gusta. Esa potencia da mucho de sí en coches que, conductor incluido, pesan unos 1.150 kilos, especialmente porque se añaden «ingredientes» como un par máximo generoso -23,5 mkg a 1.750 rpm- y desarrollos de cambio adecuados. Y eso último es aplicable a la caja manual del C3 y a la ETG6 del Cactus, cuyo funcionamiento mejora el de las CMP pioneras, aunque no se alcance la rapidez y suavidad de engranaje de una caja automática «real».

Algunos se preguntarán por qué no hemos elegido para la prueba un C3 con esa transmisión, y la respuesta es fácil: la mayor parte de los españoles seguimos prefiriendo caja manual en nuestro utilitario. Dicho eso, vayamos con las prestaciones, que han sido ligeramente mejores en el C3, sobre todo al acelerar desde parado: 11,7 segundos para alcanzar 100 km/h, por los 13,3 medidos al Cactus, que prefiere una conducción relajada y no es el mejor para esprintar saliendo de un semáforo. No obstante, el de Villaverde se defiende en carretera, pues pasa de 80 a 120 km/h en poco más de 10 segundos. Aunque en ese entorno, donde no es necesario cambiar tanto y la ventaja en términos de confort del ETG6 se diluye, nos quedamos con el C3 manual, que admite una conducción «alegre» cuando le exigimos. Además, nos ha sorprendido su brío en quinta, pues en esa marcha recupera de 80 a 120 km/h en 12 segundos exactos, por los 13,3 del Peugeot 208 con este motor, los 13,7 del Renault Clio dCi 90 o los 15,6 del Ford Fiesta 1.0 EcoBoost de 125 CV.  

Y está bien que los coches «corran» y sean ágiles, pues eso es seguridad, pero también que «beban» poco. En esa faceta, el Cactus revierte el resultado, pues anuncia menos consumo que el C3 -el «Start&Stop» es decisivo en ciudad- y también gasta menos en la práctica: 5,1 litros en nuestro recorrido mixto, aunque los 5,3 de su «hermano» también son elogiables.

Por último, hablar del comportamiento, satisfactorio en ambos. La dirección no es muy rápida en ninguno -unas tres vueltas de volante- y los dos comparten tambores en el eje trasero -el Cactus frena algo mejor por sus neumáticos más anchos-, pero gozan de estabilidad en curva y exhiben buenas maneras. El C3 balancea algo más -carece de estabilizadora trasera-, aunque podrá seguir sin pegas a un C4 Cactus, también «ratonero» al límite, cuya filosofía es un poco más burguesa.