No hay muchos coches que puedan presumir de superar el cuarto de siglo de historia y haber producido casi un millón de unidades. Más aún si hablamos de un roadster como es el MX-5, cuya cuarta generación llega en septiembre a un mercado con muy pocos rivales directos, pues la mayoría son más potentes y, sobre todo, caros.
Más fiel que nunca al original, el nuevo MX-5 es el más corto de la historia con 3,91 metros, mientras que su distancia entre ejes también se reduce 20 milímetros respecto a su antecesor. Con estos datos, los diseñadores plasmaron las famosas líneas KODO en su exterior, donde encontramos una capota de lona de accionamiento manual -se escuchó algo de un futuro techo rígido eléctrico-, que nos remonta a sus orígenes y realza su carácter.
Sólo hace falta una mano para quitarla, incluso sentados. Al accionar un tirador se acerca a nuestra mano para volverla a colocar si la lluvia nos sorprende, como sucedió por las carreteras de Niza. En su estrecho habitáculo -los asientos se han centrado respecto al eje del vehículo- comprobamos que aísla bien y se ha reducido la sonoridad -se habla de un 40 por ciento-.
Pero el sol sale y tardamos pocos segundos en camuflar la capota sin que afecte a su maletero, con sólo 130 litros. Eso sí, sus formas se han optimizado para poder introducir dos maletas de 'equipaje de mano'.
Postura de conducción ideal
Ahora el MX-5 gana encanto. Vamos sentados muy bajos -20 milímetros más que antes- y casi sobre las ruedas traseras, pues el habitáculo se ha retrasado para ofrecer un reparto de pesos perfecto 50:50. El asiento se ha centrado con el volante, los relojes y los pedales para ofrecer una postura de conducción ideal. Nuestro acompañante, al que incluso le han privado de guantera, no piensa lo mismo por lo estrecho del habitáculo.
En ciudad los 2.0 Skyactiv-G ganan atractivo frente al 1.5 al poder contar con los i-Stop e i-Eloop, que rebajan el consumo -a España llegarán sólo con estos sistemas de serie-. Si bien, optamos por el motor más 'sencillo', un 1.5 Skyactiv-G que genera 131 CV y casa a la perfección con los 1.050 kilos que pesa, pues ahora se usa más aluminio entre otras mejoras respecto a su antecesor -pesan un 10 por ciento menos que antes-. No es un vehículo para largos viajes por autovía, sino para recorrer carreteras donde las curvas nunca cesan.
Este 1.5 atmosférico responde con energía, amén de que estira hasta las 7.500 rpm y nos obsequia con un sonido 'cañero'. Los desarrollos son algo largos, pues utiliza la misma caja de cambios manual de 6 velocidades con los mismos desarrollos que el 2.0 con 29 CV extra -para este último llegará una transmisión automática-, sin embargo ayudan a rebajar el gasto, que si bien no es desproporcionado y resulta inferior en todo momento al de los anteriores MX-5: durante la toma de contacto, con puertos de montaña y no siendo eficientes precisamente el ordenador indicaba 8,2 l/100 km.
Pero es en dinámica donde sorprende, no obstante Mazda ha trabajado para convertirlo en una prolongación de nuestro cuerpo, de igual manera que un jinete y su montura, lo que en Mazda denominan como 'jinba ittai'. Además de ligero, sus suspensiones, su dirección y su bajo centro de gravedad ayudan a que vire plano sin recurrir a unos muelles muy firmes -los 2.0 tienen amortiguadores Bilstein-. Cada curva es un placer para los sentidos, hasta el punto de que nos creemos eso de que se convierte en una prolongación nuestra. La propulsión posterior ayuda a incrementar el placer de conducir y tampoco hay excesivas turbulencias en el habitáculo, lo que invita a viajar al fin del mundo con este roadster, que también ha mejorado exponencialmente en seguridad activa y pasiva.
El MX-5 tiene unos precios que oscilan entre los 25.000 y los 30.600 euros, que ayudan a incrementar el atractivo de la saga MX-5.