Cuando apareció este vehículo por nuestra redacción se creó una gran expectación, tanto dentro como fuera de las instalaciones. No es habitual ver un Caterham matriculado rodando por la calle con total normalidad y necesitamos un tiempo precioso para responder a la curiosidad de propios y extraños antes de ponernos en marcha.
En la gama actual el fabricante británico cuenta con tres modelos, con motores que van desde los 80 hasta los 245 caballos. En nuestro caso se trata de la versión Seven 275, la más equilibrada con sus 140 CV, y equipada con el paquete opcional R, que por 9.412 euros extra incorpora elementos como un diferencial autoblocante, un motor aligerado, amortiguadores Bilstein, llantas de aluminio de 15 pulgadas y remates en fibra de carbono.
Sin dirección asistida, ABS, airbags…
Destacamos esto porque, literalmente, no hay mucho más. Su mínimo habitáculo biplaza prescinde de casi todo y no se contemplan airbags, ABS, control de estabilidad… Ni siquiera dirección asistida, aspecto este último que nos obliga a hacer un esfuerzo extra al maniobrar en parado pese a sus escasos 540 kilos.
Nos ponemos en marcha, no sin esfuerzo porque el bombín está tan escondido que no se ve y hay que 'palpar' para meter la llave de contacto. Luego llega el 'drama' de buscar un sitio para dejar el móvil o las llaves. No pierdan el tiempo porque no hay, así que mejor venir con lo puesto.
Vamos sentados a ras de suelo y ante nosotros sólo vemos un largo morro y la experiencia de contemplar cómo trabaja la suspensión, igual que si fuéramos en un monoplaza. El volante es fijo y las palancas desaparecen en favor de mandos en el salpicadero, incluido el de la intermitencia.
Prestaciones sobresalientes
El sonido abruma, pese a tratarse de un propulsor -de origen Ford- de 'sólo' 1,6 litros y 140 CV. Los pedales están muy juntos y el recorrido de la palanca de cambio, de seis relaciones, es mínimo. El propulsor sube de vueltas en un abrir y cerrar de ojos hasta acariciar las 7.000 rpm. Sus prestaciones son sobresalientes; y parecen más, incluso, por su particular ergonomía y el puesto de conducción. Hay que tener cuidado, porque en cuanto pisemos el acelerador con más ímpetu de lo normal el 'trompo' amenaza a la vuelta de la esquina. Y no queremos ni pensar si el piso estuviese mojado…
Nos sentimos más cómodos rodando en solitario por carreteras sinuosas, su hábitat natural después de los circuitos de competición, ya que en la urbe vamos tan abajo que parece difícil que nos vean, y sacar el largo morro en una intersección es una aventura.
Un capricho
Lo cierto es que se hacen 'manos y pies' como en ningún otro vehículo, y hay que dosificar con exactitud todos los elementos porque cuesta -y eso nos encanta- adaptarse a la conducción en estado puro, sin ayudas electrónicas de ningún tipo.
Regresamos a la redacción esquivando las maniobras de algunos curiosos que se acercan para ver «qué es eso». Es un Caterham, un vehículo original, simple, ligero y, por su elevado precio, de capricho. Pero da igual, yo quiero uno cuanto antes.