Lo de Toyota en las 24 Horas de Le Mans de este año puede definirse como infortunio, maldición, desastre o crueldad cuadran perfectamente para definir lo ocurrido en el mítico circuito de La Sarthe. Para encontrar desenlaces dramáticos de este nivel en el mundo del automovilismo viene a la mente el de Carlos Sainz y Luis Moya en el Rally de Inglaterra de 1998, y también con un Toyota como protagonista. Entonces, a los españoles se les fue de las manos el título porque su Corolla se averió a sólo 700 metros de la meta del último tramo.
En Le Mans Toyota ya tenía casi la copa de vencedores en la mano, los miembros del equipo empezaban a celebrarlo en los boxes y su único rival con posibilidades en ese momento, Porsche, tiraba la toalla tras mantener un bello duelo en las últimas horas que le había llevado a reducir la distancia incluso a menos de 30 segundos cuando restaba menos de una hora de carrera.
Las últimas vueltas, a asegurar
Pero Nakajima, al volante del TS050 Hybrid, corría lo suficiente para que el 919 Hybrid alemán no pasara de ahí, de modo que en Porsche decidieron asegurar la segunda plaza -tenían el segundo Toyota por detrás a sólo tres vueltas- y realizaron un último cambio de neumáticos a falta de 10 minutos. Un instante después de volver a pista, a Neel Jani le enviaban un mensaje que probablemente le sonaría a broma: el Toyota líder empezaba a circular muy despacio. Tanto, que el minuto y 24 segundos de ventaja que sacaba el coche japonés al alemán se redujo a nada.
A sólo tres minutos del final, y ante la estupefacción de público y participantes, Porsche se ponía al frente de la prueba y aseguraba su segunda victoria consecutiva. Y la número 18 en el cómputo de la cita gala, lo que refuerza a la marca de Stuttgart-Zuffenhausen como la más laureada en Le Mans. A pocos metros, en el garaje de Toyota, la incredulidad se mezclaba con la tristeza, y las lágrimas no tardaban en aparecer. La crueldad se había cebado de nuevo con la firma nipona, y esta vez con una gravedad que pasará a la historia.
El Toyota número 6, pilotado por Sarrazin, Conway y Kobayashi, y que marchó a tres vueltas del dúo de cabeza durante las horas finales, heredaba la segunda plaza, un buen resultado incapaz de levantar, sin embargo, el ánimo en la escuadra asiática. Y otro efecto colateral fue la tercera posición final para Audi, cuyos R18 defraudaron tanto por velocidad -en los entrenamientos marcaron tiempos algo más lentos que los Porsche y los Toyota- como, sobre todo, por fiabilidad. No obstante, el resultado de Duval, Jarvis y Di Grassi con el coche número 8 -entró a 12 vueltas del ganador- tenía más importancia de la aparente, pues supone que Audi no se ha bajado del podio de Le Mans desde 1999.
Audi, tercero, pero sin opciones
El dramático desenlace lo eclipsa todo en el análisis de una carrera que, sin embargo, tiene mucho para contar. Porque, por ejemplo, la edición 2016 será recordada como una de las de pronóstico más abierto, pues Audi, Porsche y Toyota, cada una con dos coches, tenían serias posibilidades de victoria. A Porsche, por ejemplo, le avalaba su triunfo del pasado año, y las expectativas crecieron cuando los dos 919 Hybrid copaban la primera fila de la parrilla tras unas sesiones de entrenamientos donde la lluvia se convirtió en protagonista. En cuanto a Toyota, llegaban con un coche prácticamente nuevo, y aunque la fiabilidad de una montura recién estrenada siempre es una incógnita, los TS050 Hybrid pusieron de manifiesto que, como mínimo, potencia tenían. De hecho, marcaron el tercer y el cuarto registros para monopolizar la segunda línea en la salida.
En cuanto a Audi, marca dominadora en Le Mans durante este siglo XXI, todos esperaban su reacción ayudados por la experiencia del equipo. Los R18 de este año no parecían rapidísimos -en entrenamientos rodaron a unos 3 segundos del mejor Porsche-, y había miedo a las lluvias pronosticadas porque el coche parecía perder algo de rendimiento con mucha agua, pero los 50.000 kilómetros de ensayos acumulados podían ser definitivos. Su baza, sin duda, sería la robustez; pero al final eso tampoco funcionó.
Se preveía un final de infarto. Pero lo que nadie imaginaba es que el TS050 Hybrid de Toyota perdería una victoria casi segura en el descuento.