Ambas cosas a la vez. Ferrari agotaba sus tokens al llegar a Monza para intentar recortar diferencias frente a Mercedes en un trazado de potencia. Más de medio segundo cayeron en los entrenamientos. Más de veinte en la meta, al término de la carrera. Con una sola parada en boxes por parte de Mercedes, por las dos de los monoplazas de Ferrari. Y con Hamilton cayendo a la sexta posición en la salida. Una cruel y apabullante derrota ante la mejor de las aficiones.
El presidente Sergio Marchionne había certificado oficialmente el día anterior el final de la temporada para Ferrari en la que el globo de su presión sobre el equipo se fue desinflando ante la dura evidencia de la pista, devolviéndole a la realidad que Fernando Alonso había anticipado al dejar al equipo italiano hace dos años.
Rosberg aprieta el campeonato
Al menos, el resultado de una carrera soporífera dio alas al campeonato. Lewis Hamilton dominó el fin de semana hasta el punto de insinuar que el Gran Premio de Italia parecía un mero trámite para el británico. En Montreal o Monza, su increíble habilidad en las frenadas le deja sin rivales a poco que cuente con un monoplaza competitivo. Pero en la arrancada y en escasos cinco segundos volvió a evaporarse la victoria como a comienzos de 2016.
Tan solo dos puntos separan ahora a los pilotos en el campeonato. Y quién sabe, con dos victorias seguidas por parte de Rosberg, quizás vuelva a repetirse esa dinámica por la cual la alegría se reparte en rachas de triunfos y dominio. Empezó el alemán dominando en 2016, recuperó durante varias carreras Hamilton el testigo (hasta Alemania), y el campeonato está de nuevo como si septiembre fuera enero.
Mala suerte para los españoles
El Gran Premio de Italia fue especialmente duro con los pilotos españoles. Lo previsto, pero no tanto en el caso de McLaren. Al final, la cita italiana dejó la sensación de que Spa pudo haber sido una sorpresa, un ?blip? en el radar, un resultado por encima del potencial actual del MP4-31. Ciertamente, el monoplaza británico actual no es el mismo que el de abril. El jueves, Alonso y Hamilton se mostraban optimistas para el resto de la temporada ante la evolución de chasis en el MP4-31 y, especialmente, de motor. Pero antes, había que salvar el escollo de Monza. El viernes dejó en el aire unas esperanzas no fundadas. Alonso, todo hay que decirlo, nunca las compartió.
Y contra ese roca que es Monza se estrello McLaren y, especialmente, Fernando Alonso. La primera parada en boxes, el consumo de neumáticos, tres cambios de rueda, la estrategia?El viento fue siempre de cara, rematada la faena incluso cuando Button dejó tirado al piloto español en los últimos compases de la carrera. Ambos habían sido doblados por los Mercedes a catorce vueltas para el final de la prueba. Puede que Singapur sea otra historia, pero hasta dentro de dos semanas habrá que lamerse las heridas. Y esperar que en 2017 circuitos como el de Monza dejen de ser un agujero en el que McLaren siga cayendo estrepitosamente.
Otro tanto podría decirse de Carlos Sainz, aunque por otras razones. La involución de Toro Rosso se hizo más patente que nunca en el trazado italiano. Por los problemas y desconcierto para aprovechar las últimas evoluciones aerodinámicas introducidas en Toro Rosso por un lado. Por otro ante la evidente debilidad del propulsor italiano, como volvieron a poner en evidencia las cámaras subjetivas en carrera cuando Sainz era adelantado. Las cifras de velocidad punta hablaban por sí mismas, entre 20 y 30 km/h más lentas que la cabeza, Sainz cumplió metiéndose en el Q2 el sábado, y poco más pudo hacer. Necesita recuperar visibilidad pública tras su gran comienzo de temporada. Parece cada día más complicado.