Opel ataca el segmento de los crossover renovando el concepto del Meriva, ahora vestido de todocamino en este Crossland X. El nuevo modelo no pierde las cualidades monovolumen de las dos generaciones del Meriva, un modelo que llevó la modularidad interior a sus más altas cotas en un familiar de dimensiones exteriores contenidas pero amplio, habitable y modulable por dentro.
Ahora repite la idea y hace lo mismo por dentro pero envolviéndolo en una silueta SUV que es lo que se lleva. La modularidad interior se mantiene, gracias a una banqueta trasera que, en opción, se divide en dos secciones 60:40 con una parte central que puede reclinarse y convertirse en reposabrazos con dos posavasos. Estos asientos también se desplazan 15 centímetros hacia adelante para ganar al maletero 110 litros de capacidad, hasta unos espectaculares 520 litros; aunque los 410 de partida no están nada mal.
La comodidad la garantizan unos asientos certificados por AGR, el organismo independiente alemán que pone el marchamo de calidad en cuanto a la protección de la espalda en los productos Opel.
El conductor disfruta de un cuadro con todo ordenado gracias a una reducción y reubicación de botones y mandos que ha acabado con los cuadros 'farragosos' de anteriores Opel, lo que no significa que se reduzca la tecnología; al contrario. El Crossland X ofrece Head Up Display, cámara panorámica trasera, faros LED, frenada automática de emergencia con detección de peatones, aviso al conductor por somnolencia, mantenimiento de carril y asistentes de señales de tráfico o de ángulo muerto. Y por supuesto, conectividad, con Opel OnStar, con punto de acceso Wifi, Apple Car Play o Android Auto y la carga inalámbrica inductiva para poder cargar el teléfono sin necesidad de cable.
Más francés que nunca
En la parte mecánica, el desarrollo conjunto con PSA 'de esta misma base saldrá el nuevo Citroën C3 Aircross' ha hecho que este modelo sea más francés que nunca. En gasolina brilla con luz propia el tricilíndrico 1.2 con tres niveles de potencia: 81, 120 y 130 caballos. Y en diésel aparece el 1.6 con 99 o 120 caballos. El cambio será manual de cinco o seis marchas o también automático de doble embrague y seis velocidades.
Y en marcha, lo esperado de esta combinación de elementos: la suavidad de funcionamiento del motor de gasolina, que ya hemos probado a fondo en varios productos de PSA, casa a la perfección con el aire de este Opel, de tono familiar. En Italia nos ponemos primero al volante del 1.2 110 con cambio automático: suave, progresivo, responde perfectamente a un uso de una familia clásica. El cambio es rápido y tal vez suena un poco más de la cuenta cuando pisamos a fondo al exigirle en una subida. Consumo muy razonable y un agrado de conducción elevado. Las suspensiones están enfocadas hacia el confort y eso lo agradecerá el pasaje. Después nos espera el 1.2 en su versión más potente y con cambio manual. Y las sensaciones también son muy positivas, ahora con un tacto de la dirección más firme. El cambio de seis marchas es rápido de recorridos aunque el tacto no es su mejor virtud. Y se nota más brío. Para el final dejamos el diésel, que con sus 120 caballos ofrece un excelente compromiso entre consumo y prestaciones, pero que se nota un poco más tosco en su funcionamiento frente a unos gasolina que son excelentes por suavidad y agrado.
El Crossland X, que llega a los concesionarios españoles el próximo mes de junio estará disponible con dos acabados, Selective y Excellence y precios, con impuestos incluidos, que parten de 18.042 euros a la espera de descuentos; un precio tal vez elevado si lo comparamos con algunos de sus rivales.