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Volvo V90 Cross Country D5 Aut. AWD PRO. El señor del camino

Aunque la idea del familiar todocamino hay que atribuírsela probablemente a Subaru por el lanzamiento del Outback en 1994, Volvo sí puede presumir de la invención del 'todocamino premium', pues en 1997 presentaba el V70 XC, primer modelo con tracción total de la firma escandinava y pionero de una saga que evolucionaría a lo largo de tres generaciones, recibiendo la segunda de ellas en 2002 el nombre XC70. Pero la denominación 'XC' se limita a partir de ahora a los vehículos SUV -XC90, XC60 y, muy pronto, XC40-, de modo que el sucesor del tercer XC70 ya no podía llamarse así. Y es por eso que la moderna Serie 90, formada ya por el segundo XC90, el sedán S90 y el familiar V90, recibe su cuarto componente, de personalidad todocamino, bajo el nombre V90 Cross Country. Y que nadie piense en un V90 'maquillado', porque el nuevo Cross Country es un tipo duro de verdad, un vehículo que rinde tan bien en la ciudad -camino de la oficina o de una comida de negocios-, como surcando imperturbable una autopista con la familia y su equipaje a cuestas, o explorando territorio salvaje, pues su adaptación a pistas forestales o caminos difíciles es sorprendente.

Basta con echarle un vistazo para comprender que este familiar de 4,94 metros -es sólo 11 milímetros más corto que el XC90- se atreve con todo, pues si la distancia al suelo del V90 convencional es de 15,3 centímetros, aquí nos vamos hasta los 21, que es más de lo que tienen muchos SUV. Y si pedimos la interesante suspensión neumática opcional que montaba nuestra unidad -2.075 euros- podemos aumentar la distancia otros cuatro centímetros si elegimos el modo Off Road mediante el selector de programas de conducción, que también ofrece los modos Eco -elimina el cuentavueltas de la instrumentación configurable-, Comfort y Dynamic. Además, la carrocería se personaliza con detalles aquí y allá, adopta elementos protectores en frontal, zaga o pasos de rueda y, muy importante, ve reforzados algunos puntos para soportar mejor los tratos duros.

De 0 a 100 km/h en 8,8 segundos

Eso se traduce en más peso y, ante todo, en una aerodinámica menos depurada -el Cx de 0,30 del V90 se convierte en el 0,35 de nuestro protagonista-, aunque las diferencias de prestaciones o consumo, al menos sobre el papel, no son decisivas. Por ejemplo, con el motor diésel D4 de 190 CV -y en ambos casos con cambio automático y tracción total- el V90 acelera de 0 a 100 km/h en 8,7 segundos y el V90 Cross Country, en 8,8. Y si el gasto medio del familiar es de 4,9 l/100 km, el del todocamino sube a 5,2 litros.

Pero nosotros nos hemos inclinado por el D5, que a partir de la misma cilindrada que el D4 -es un dos litros- extrae 45 caballos más y 8,2 mkg extra. Es decir, 235 CV de potencia y un par máximo de 49,0 mkg -entre 1.750 y 2.250 rpm- que, asociados a una caja automática de ocho marchas, mueven con soltura un vehículo que ronda las dos toneladas. De hecho, el gasto real en nuestro test se ha quedado por debajo de los 8 litros, que está muy bien. Las prestaciones reales no han igualado las oficiales ?de 0 a 100 km/h hemos medido 8,4 segundos, frente a los 7,5 homologados?, pero podemos hablar de un conjunto ágil y con empuje de sobra para salir a carretera con garantías, pues recupera de 80 a 120 km/h en 5,8 segundos, de forma que los adelantamientos son tarea sencilla.

Y eso es así incluso a plena carga, detalle clave en un 'carguero' en el que cabe de todo. Cinco adultos pueden acomodarse perfectamente en su lujoso interior -sólo es criticable el tamaño del túnel central-, y el maletero tiene un volumen de 560 litros, que no es récord pero da para colocar mucho equipaje. Además, el V90 Cross Country -recordemos que nuestra unidad montaba suspensión neumática- es un prodigio de confort, tanto por la baja sonoridad como por el filtrado de la carretera… o de lo que haya bajo las ruedas. Y es que fuera del asfalto, por donde podremos circular a todo ritmo porque la altura libre es enorme y la tracción es muy buena, seguimos disfrutando del máximo confort, y apenas sentimos en nuestro cuerpo las piedras o los baches que vamos sobrepasando. Además, los asientos son tan cómodos y sujetan tan bien como siempre en la firma sueca, y hasta el viaje más largo se convierte en una experiencia placentera: estabilidad, aplomo, buena frenada… Con una dirección algo más rápida sería perfecto. Todo está colocado en su sitio, y la postura de conducción es idónea, pero no nos convence la altura de la consola central, que crea un 'muro' entre conductor y copiloto. Y puestos a señalar 'detallitos', llama la atención que el interior del maletero pueda verse desde fuera -la bandeja se queda a unos centímetros del portón-, por no hablar de varios ataques de 'locura' sufridos por el navegador, que no hallaba direcciones, interrumpía el guiado o daba insistentes órdenes sin sentido. Fallos de juventud, sin duda.

El V90 Cross Country D5 cuesta 64.886 euros, pero por 4.276 euros más accedemos a la versión Pro, bastante mejor equipada aunque también con ciertas lagunas que deberemos solucionar a base de opciones, normalmente caras.

LA CLAVE

Salvo que existan necesidades extremas de espacio, a las que responde mejor el XC90 por sus tres filas de asientos -en algunas versiones- y su enorme maletero, creo que el V90 Cross Country es una alternativa más racional. No es un SUV, y eso ahora resulta casi sacrílego, pero se mueve por caminos con una agilidad y un confort asombrosos, y también presume de amplitud, de calidad, de la mayor seguridad… Además, al ser más bajo gasta menos y 'ratonea' mejor en carreteras de curvas. Yo, lo prefiero.