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Alonso, o la victoria de un debutante

«Les he dicho a Sébastien y a Kazuki que es muy bonito sentir el podio, que intentaran recogerme mañana por la mañana porque iba a intentar dormir ahí«. Podrían ser las palabras de un debutante. En realidad, lo eran, pero también las de un doble campeón del mundo que había ganado en el Mundial de Resistencia. Fueron la mejor expresión de un ansia de victoria largamente frustrada. Hasta que Fernando Alonso volvió a ganar.

Su victoria en el WEC no es un mérito exclusivamente personal. La dinámica de esta disciplina se basa en un férreo trabajo colectivo, incluyendo la aportación de sus dos compañeros al volante. Sin embargo, merece reconocerse en cuanto a lo que representa como arriesgada apuesta personal que pocos campeones del mundo de Fórmula 1 se han atrevido a afrontar en décadas. Porque un piloto del estatus de Alonso pone su prestigio cuando se lanza en una compleja disciplina desde el punto de vista técnico como es el WEC. Por encima de todo, requiere una extraordinaria confianza en uno mismo y las propias capacidades para ello. En el caso de Alonso, todo empezó con las pasadas 500 Millas de Indianápolis, un después en su trayectoria profesional y vital. Desde entonces, el piloto español debió pensar que podía con cualquier desafío sobre cuatro ruedas.

Meses de trabajo incesante

Si un Mundial de Fórmula 1, dicen sus protagonistas, exige una enorme dedicación mental y física, sumergirse en paralelo en otra competición tan distinta como el WEC es un gran desafío. Durante estos últimos meses, Alonso ha dedicado numerosas horas a anónimas simulaciones en circuito con Toyota y a un intenso trabajo de simulador para conocer y mecanizar los numerosos procedimientos híbridos del TS050 de Toyota. Todo ello, aplicado al más alto nivel de pilotaje posible para medirse a compañeros con varios años de experiencia con las diferentes evoluciones del prototipo japonés, desde el TS030 de 2012 al coche actual.

Y Fernando Alonso se encontró en cabeza de las 6 Horas de Spa. Había que soportar la presión en un entorno totalmente diferente al de la Fórmula 1 con pocos meses de experiencia a bordo de un prototipo híbrido al máximo nivel. Su compañero Kazuki Nakajima, protagonista de un gran relevo, erró al colocarse los cinturones de seguridad al subirse al prototipo, y quizás fruto de las desconcentración, hizo un trompo al volver a la pista. Sin embargo, Alonso no cometió error alguno durante sus relevos, incluyendo la trepidante hora final cuando Mike Conway y el segundo Toyota se le echaban encima. Y sí, el equipo estableció órdenes en la parte final de la prueba. Una práctica común en el WEC, porque el protagonista es la marca y no el piloto, y cada uno de sus coches ha de servir al objetivo global. El pasado año, por ejemplo, Porsche dio ordenes de equipo ya justos después de las 24 Horas de Le Mans hasta final de temporada.

La siguiente cita, en Le Mans

Si el mérito es colectivo en una victoria como la de Spa, a Fernando Alonso cabe reconocerle una voraz hambre competitiva y de victoria que le ha llevado a buscar cualquier camino posible para volver a ganar. Si no es en la Fórmula 1, donde fuere. Lo intentó hace un año en las 500 Millas de Indianápolis. Solo la rotura de su motor a veinte vueltas del final le impidió luchar por una victoria que sentía suya. Doce meses después, el piloto español se embarcaba en un desafío totalmente diferente: ganar las 24 Horas de Le Mans, otro mundo radicalmente distinto a las carreras de óvalos y a la Fórmula 1. En todos ellos ha debido resetearse como piloto, por mucha experiencia que aporte su larga trayectoria deportiva. En las 6 Horas de Spa encontró la primera recompensa. La siguiente cita, el segundo diamante de la famosa Triple Corona.