Sus 113.066 matriculaciones en 2018 le convirtieron, por cuarto año consecutivo, en el deportivo más vendido del mundo; aunque si eso impresiona, qué decir de las más de diez millones de unidades fabricadas desde 1964, fecha de nacimiento de una primera generación que triunfó instantáneamente en el mercado estadounidense. Millones de americanos de clase media ya soñaban con el deportivo del caballo cuando Warner Bros estrenó en 1968 la película 'Bullitt', en la que Steve McQueen protagonizaba una memorable persecución al volante de un Mustang verde. Fue, sin duda, uno de los hitos en la carrera del 'muscle car' de Ford, y de ahí que la firma del óvalo conmemorase el medio siglo transcurrido desde aquel rodaje en San Francisco lanzando una edición especial que recupera el nombre 'Bullitt', presente tanto en el exterior -emblema trasero- como en el interior -volante-. La personalización se extiende al pomo del cambio, las costuras en hilo verde de los fabulosos Recaro opcionales -los asientos de serie no están nada mal-, los sutiles detalles cromados alrededor de parrilla frontal y ventanillas o unas llantas de 19 pulgadas que encierran pinzas de freno Brembo rojas. Aunque para colores, el Verde Oscuro Highland de nuestra unidad de prueba, homenaje al coche de McQueen -teniente Frank Bullitt en la ficción- y que entendemos más apropiado que el otro tono -Negro Shadow- ofrecido para esta exclusiva variante.
De paso, Ford Performance ha ido más allá en la puesta a punto de esta edición, disponible exclusivamente con carrocería coupé Fastback, caja manual y el V8 bajo el capó. Y es que, por ejemplo, el motor recibe la evolución del Shelby Mustang GT350 -cambios en sistema de alimentación, válvulas de admisión, cuerpo de aceleración y módulo de control de calibración cuadro/motor- que eleva la potencia a 459 CV. O una nueva tecnología de ajuste del régimen que ofrece reducciones de marcha más suaves, acompañadas por un leve acelerón del motor.
Si un Mustang GT normal, con 450 CV, ya transmite sensaciones únicas, el Bullitt logra un extra de deportividad que será bienvenido por los amantes de los cambios manuales. Por más que esta sexta generación haya dado un salto cualitativo exponencial frente a sus antecesores -jamás comercializados oficialmente en Europa-, el Mustang sigue siendo un 'tipo rudo' que deja a un lado la eficacia óptima frente al cronómetro -eso queda para los 'premium' teutones- y prefiere conservar un tacto de conducción más tradicional. O más de 'macho car', si me lo permiten los fanáticos del lenguaje inclusivo. Porque el Mustang no es una pluma -1.818 kilos- y si queremos ir verdaderamente deprisa habrá que remangarse y 'currárselo' al volante.
Asegura diversión en las curvas
Con una diferencia frente a los cinco primeros Mustang: ya no sólo disfrutamos de las rectas, sino que la diversión sigue en territorios de curvas, pues la seguridad de marcha y el comportamiento general han mejorado muchísimo. Es el caso de los frenos, con pinzas Brembo y cuatro enormes discos ventilados -380 milímetros delante y 330 detrás- que, ayudados por unos generosos Michelin Pilot Sport 4S, paran el conjunto en un palmo: 49 metros desde 120 km/h le medimos en su día a la versión de 450 CV; pues el infortunio quiso que durante el test del Bullitt lloviese todos los días y las distancias de frenado medidas fuesen muy largas -para los amantes de las curiosidades, 60,9 metros desde 120 km/h sobre asfalto empapado-.
Y lo mismo ocurrió con las prestaciones, muy penalizadas por el líquido elemento. No deben extrañar por tanto los 6,5 segundos medidos en el '0-100' -aquí no hay tracción total, sino propulsión-, y será mejor fijarse en los datos oficiales: se anuncian 4,6 segundos, registro idéntico al del GT con 9 caballos menos. Sea como fuere, el Mustang Bullitt es más brutal que rápido -las recuperaciones en sexta incluso resultan lentas, pues no hay turbo y los desarrollos finales son largos-, y su fuerte está en una personalidad única. Un coche con el que divertirse hasta circulando a ritmo de autoescuela gracias a la música de su V8 'gordo', pero que ahora admite también una conducción deportiva 'de verdad', pues el paso por curva es eficaz, la dirección es rápida y la palanca tiene recorridos cortitos y precisos, y si cambiamos de marcha con el motor bramando a más de 7.000 vueltas -la potencia máxima llega a 7.250- acabaremos yendo a un ritmo endiablado. ¿Que un coupé alemán 'supertecnológico' podría seguirnos con 100 caballos menos? Quizás, pero seguro que su conductor estaría divirtiéndose mucho menos.
Además, el Mustang permite personalizar su dinámica mediante todo tipo de configuraciones: modos de conducción -hay seis para elegir-, tacto de dirección, sonido del escape… Unos mandos más intuitivos vendrían bien para simplificar ciertas operaciones, pero si nos ponemos a citar posibles mejoras la lista será larga: reposacabezas traseros, materiales del interior, más estrellas EuroNCAP, consumo -medimos 12,0 l/100 km reales, pero el gasto puede dispararse a poco que imitemos al teniente Bullit-, capacidad del depósito… El precio, eso sí, prohibido tocarlo.
LA CLAVE
Por poco más de 41.000 euros podemos hacernos con un Mustang, deportivo cien por cien americano cuya sexta generación se ha convertido en un producto realmente interesante gracias a Ford Perfomance. Y ya que es accesible, por qué no apuntar al Bullitt Edition, que es la quintaesencia de este mítico 'muscle car'.