La llegada del Peugeot 205 GTI en 1984 revolucionó el segmento de los pequeños deportivos a pesar de que inicialmente la potencia de ese divertido modelo era de sólo 105 CV -más tarde tuvo 130, como nuestro protagonista-. Pero el coche pesaba menos de mil kilos, por lo que la relación peso-potencia era incluso más ventajosa que la del nuevo 208 más potente, y conducirlo rápido era muy divertido porque convertía en fácil lo difícil. En Peugeot son conscientes de la huella que dejó en su día ese modelo y a la hora de diseñar el recién llegado 208 han hecho varios guiños al mítico 205. Pero, además, este versión GT Line probada hereda parte de la filosofía de aquel GTI que enamoró a miles de conductores amantes de las prestaciones, el tacto deportivo y la facilidad de conducción. Todo ello, lógicamente, acompañado de un gran despliegue de seguridad, tecnología y calidad, atributos que por entonces ni estaban ni se les esperaba.
Porque en 35 años la evolución de todas y cada una de las partes de un automóvil ha sido salvaje. Así que si un usuario del Peugeot 205 del famoso eslogan 'contigo al fin del mundo' hubiese podido probar el último 208 en aquella época habría pensado que se montaba en un concept futurista con mecanismos, calidades y sistemas casi de ciencia ficción. Comenzando por un puesto de conducción que sorprende por casi todo. Desde el cuadro de instrumentos configurable con efecto 3D hasta el volante, casi de competición por sus formas y sus posibilidades multifunción, pasando por la generosa pantalla táctil central en color, la ausencia de freno de mano de palanca, las formas del mando del cambio automático -más propio de un avión- o el teclado tipo piano dispuesto bajo la pantalla. Moderno, tecnológico, minimalista… el i-Cockpit de Peugeot rompe de forma radical con la rutina de diseño interior de otros modelos, pero el peaje a pagar es que no todo el mundo se adapta bien a este planteamiento. La mayor pega es que para ver bien el cuadro de instrumentos hay que bajar mucho el volante, y eso obliga a modificar por completo la postura a todo aquel que nunca lo colocaba así. El efecto 3D -un proyector superior refleja parte de la información en una pantalla superpuesta del cuadro, consiguiendo ese efecto de tres dimensiones- tiene su gracia, pero no gana eficacia en la visión de los datos más habituales. Y el teclado, situado demasiado horizontal, tampoco aporta demasiada ergonomía a este, eso sí, original conjunto.
El 208 transmite calidad y la sensación de que es un coche que va a tener una excelente vejez. Por ajustes, clase de los materiales y solidez general el 208 convence. Y el espacio interior, sin ser de los mejores, cumple con nota y las zonas donde pueden escasear los centímetros se compensan. Por ejemplo, los ocupantes de las plazas traseras pueden meter los pies bajo el asiento delantero y los pasos de rueda no invaden la banqueta trasera, por lo que se puede aprovechar la anchura del asiento en su totalidad. En cuanto al maletero, es más pequeño que el de sus rivales ya que con rueda de repuesto de emergencia se queda en 265 litros -309 con kit de reparación-; sin embargo, sus formas son muy regulares y aprovechables: 103 centímetros de ancho por 67 de fondo y 55 de alto hasta la bandeja.
Con talante deportivo
El motor del 208 GT Line probado es un Puretech de tres cilindros y 130 caballos que, asociado al cambio automático EAT8, combina una agradable respuesta en ciudad y recorridos cortos si se selecciona el modo Eco, con genio y talante deportivo cuando se pisa el pedal derecho en modo Sport. Es decir, una potencia que resulta más que suficiente para un primer nivel de modelo con toques y filosofía deportiva. Aunque hemos comprobado que los datos de consumo son especialmente sensibles al tipo de conducción que se realice. En modo ahorro en el coche y en modo relax en el conductor el consumo rondará habitualmente los 6 litros cada 100 kilómetros, lo que permitiría recorrer algo más de 700 kilómetros con un depósito. Pero los puertos de montaña con curvas y curvas y más curvas tienen una especie de imán para este 208 GT Line, y allí las cifras de gasto se pueden ir fácilmente a los 8 o 9 l/100 km. En ese entorno, además de estar en su salsa, el 208 demuestra al conductor su doble personalidad. Tampoco queremos magnificar rendimiento y dinámica de un modelo de 130 CV porque desde luego los hay más potentes y rápidos, pero no con un paso por curva mucho más eficaz que el que muestra este modelo. Ni con su forma de facilitar una conducción ágil y muy divertida. Porque nuestro protagonista negocia las curvas con un apoyo noble y decidido, sin balanceos acusados ni saltos inesperados. Los ingenieros han diseñado unos ajustes específicos para el nivel GT Line, logrando un compromiso muy interesante entre agrado en la respuesta de muelles y amortiguadores y sujeción del coche en zonas bacheadas y curvas enlazadas.
El cambio automático de 8 marchas es una delicia porque las dos últimas relaciones son de claro desahogo, lo que en autovía y autopista reduce mucho el consumo. Y en otro tipo de vías, y ante la posibilidad real de que el cambio tienda a engranar siempre la marcha más larga dejando al motor algo muerto, el EAT8 ofrece un modo manual -apretando una tecla en la propia palanca- que permite mantener la marcha elegida hasta que se llega al corte de revoluciones, a 6.000 rpm. Y los menos amantes de los cambios automáticos deben saber que, además de ese sistema que permite tener siempre el control al elegir la marcha, el 208 lleva levas de buen tamaño en el volante para cambiar sin retirar las manos de éste. El resultado es que en modo Sport, con el programa M de la transmisión activado y cambiando con las levas, al 208 GT Line de 130 CV con EAT8 va a persuadir incluso al menos convencido para disfrutar mucho en cualquier escenario, pero sobre todo en una carretera con pocas rectas.
Nuestro protagonista no es barato… pero tampoco es caro. Y no lo es porque este acabado GT Line lleva una dotación de serie mucho más completa que la de cualquiera de sus rivales, incluidos los faros Full LED, el climatizador automático, la frenada de emergencia con vídeo y radar, el freno de estacionamiento eléctrico, los sensores de luces y limpiaparabrisas o la cámara de visión trasera con detector de obstáculos delante y detrás. Faltaría, eso sí, la pantalla táctil de 10 pulgadas con navegador, Apple CarPlay, Android Auto y cuatro tomas de USB, que es una opción con un coste de 600 euros.
LA CLAVE
Me gusta mucho esta nueva generación de coches pequeños que ya no lo son tanto. En concreto, este Peugeot 208 de nueva hornada combina tecnologías de coche grande y más caro con un diseño que convence desde el primer vistazo y un tamaño magnífico. Un modelo urbano que también es divertido en carretera.