Hace 30 años nacía un modelo con un propósito muy específico, el antepasado del Corsa-e. Bautizado como Kadett Impuls I, llegó para tratar de averiguar como un coche eléctrico basado en la producción con componentes eléctricos actualmente disponibles se adaptaría al tráfico del centro de la ciudad de la época.
Desarrollado conjuntamente con la empresa de energía RWE y el fabricante de baterías SAFT, el Kadett Impuls I montaba un motor eléctrico de 100V DC que impulsaba las ruedas delanteras. Sus baterías de níquel-cadmio, situadas en el compartimiento del motor debajo del maletero, pesaban un total de 310 kg y contenían 14,3 kWh de energía.
Con una potencia máxima de 16 kW (22 CV), conseguía pasar de 0 a 50 km/h en 10 segundos. Por su parte, el sistema de frenado recuperaba parcialmente la energía cinética generada por la desaceleración, mientras que las baterías debían recargarse durante unas cinco horas tras recorrer una distancia de 80 kilómetros.
Pioneros eléctricos
14 baterías de plomo ácido alimentaban el Stir-Lec de 1968, con un motor de combustión Stirling montado en la parte trasera, que generaba la electricidad que mantenía las baterías cargadas.
Tres años después, el Opel Elektro GT se hizo con seis récords mundiales de eléctricos a velocidades de hasta 188 km/h. Con dos motores eléctricos que producían 88 kW (120 CV), con un pack de baterías de níquel-cadmio, el e-GT se beneficiaba de una autonomía de 44 kilómetros a una velocidad constante de 100 km/h.