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Carlos Sainz, tan cerca y tan lejos: cuando la Fórmula 1 recupera su mejor esencia

«Esta ha sido una derrota para Mercedes, pero una victoria para la Fórmula 1″. Toto Wolff sintetizó acertadamente el obsequio que supuso un inesperado, intenso y emocionante Gran Premio de Italia. Por unas horas, su desarrollo abrió una brecha a esa ansiada emoción e incertidumbre propia de las carreras anestesiada por el aplastante dominio del equipo alemán en este campeonato.

Tras arrasar el sábado en los clasificatorios, Mercedes apuntaba a otro paseo dominical, esta vez en el parque de Monza. La eliminación de los 'party mode' descubría una realidad aún más descarnada. La ausencia de los mapas especiales de motor perjudicó más a los rivales de quien, teóricamente, se pretendía neutralizar. A consecuencia de lo anterior Max Verstappen no ejercería su tradicional papel de resignado pescador de las migajas del equipo alemán como fuera el caso en el Gran Premio de Gran Bretaña, única carrera donde Mercedes cedía el bastón de la victoria a un rival este año. Ferrari seguía metido en su fosa, Red Bull se reencontraba con un monoplaza tradicionalmente lento en Monza (no sube al podio desde 2013), a Renault se le pinchaba el globo de Spa, y a medida que avanza la temporada en Racing Point parecen tener más dificultades para optimizar la evolución del RP20. En esta ocasión, sin embargo, el testigo lo recogería un protagonista inesperado: Carlos Sainz.

Carlos, protagonista todo el fin de semana

La atonía del GP de Bélgica una semana antes, afortunadamente, fue compensada con la inesperada explosión de emociones que deparó el gran premio italiano. Todo empezó cuando Carlos Sainz y Lando Norris superaron a Valtteri Bottas en la salida. Contra todo pronóstico, los McLaren alcanzaban en el trazado italiano su 'punto dulce' de la temporada». Cuántos se frotaban los ojos con el McLaren a la estela de Hamilton, y dejando además a sus rivales en la distancia. Hamilton ha aplastado durante toda la temporada cuando lideraba una carrera, y solo un error inusual ante la experiencia acumulada durante estos años por el equipo alemán, podía ofrecer alguna esperanza a los rivales. Inesperadamente, llegó ese error.

Como especies que despiertan de su letargo invernal, de repente floreció el Gran Premio de Italia y varios de sus normalmente eclipsados protagonistas, ahora con inesperadas opciones de una victoria ni soñada. Carlos Sainz se convirtió en líder virtual de la carrera tras la sanción a Lewis Hamilton por entrar incorrectamente en boxes. Pero quien rodaba como distante alternativa a Mercedes vio derrumbarse sus ilusiones cuando Charles Leclerc estampaba su Ferrari contra las protecciones. Bandera roja, y una segunda salida. «Fue una montaña rusa de emociones. De pensar en la victoria a ver que me quedaba incluso fuera del podio. Todo el trabajo que habíamos hecho para llegar a esa segunda posición, para abrir el hueco… Fue un poco deprimente. Sabía que tenía una rueda media muy buena, y sabía que les iba a costar mucho adelantarme, así que cuando ha salido esa bandera roja me llevé uno de los mayores disgustos».

A media vuelta de la victoria

Pierre Gasly, Carlos Sainz, Lance Stroll… De repente, tres equipos de clase media se disputaban la victoria con pilotos a la búsqueda de su primer triunfo en la Fórmula 1. ¿Hace cuánto no ofrecía la disciplina de semejante regalo? Sin embargo, en uno de los golpes de la carrera (la bandera roja por el accidente de Leclerc) Sainz perdía la ventaja estratégica que había disfrutado hasta el momento. Si quería ganar, necesitaba quitarse de en medio con neumáticos usados cinco coches. Lo consiguió con cuatro. Tras una angustiosa emocionante remontada, solo medio segundo y una vuelta más impidieron el triunfo del español. Tan cerca, y tan lejos. «Hemos sido el mejor coche detrás de Hamilton toda la carrera, por lo tanto, si fallaba, quien tenía que haber ganado debía haber sido yo…» rumiaba Sainz tras la carrera, dividido entre la frustración y la alegría de una actuación perfecta durante todo el fin de semana. Por una vez, no ganaba el de siempre. Un escenario insólito en todos estos años de Fórmula 1 híbrida. Pero tampoco lo hizo quien fuera la mejor alternativa durante el fin de semana: Carlos Sainz.

«Esto es lo que me da tranquilidad, saber que estoy haciendo un año muy bueno, incluso mejor que el del año pasado. Los resultados acaban llegando cuando trabajas duro y agachas la cabeza», se consolaba Carlos Sainz ante la oportunidad perdida. Compensaba al menos el fiasco de Spa, y en parte esa hemorragia que lamentó todo el fin de semana («30 puntos perdidos este año que no me devuelve nadie»). En el podio ningún Ferrari, ni Red Bull, ni tampoco ningún Mercedes. Y cuando quedan fuera de combate los tres equipos que han dominado férreamente la Fórmula 1 desde 2014, a Sainz se le permitió acariciar pero no rematar su primera victoria. Sin embargo, su completa actuación durante todo el fin de semana italiano ha respaldado la elección de Ferrari, confirmando en el escenario emocional de los tifosi -aunque sin ellos en las gradas- que su nuevo piloto es un ganador en la Fórmula 1.

La emotiva victoria de Alpha Tauri y Pierre Gasly, el segundo y cuarto puesto de McLaren con Sainz y Norris, el podio de Lance Stroll, la debacle de Mercedes, Red Bull, la intensidad de una carrera abierta con numerosos incidentes y un desenlace inesperado… Como Toto Wolff afirmaba, por unas horas se disfrutó de esa Fórmula 1 que tanto añoran los aficionados en estos últimos tiempos. Lástima que sea el propio Wolff y los suyos quienes tengan en su mano la llave de hierro que cierra esa luminosa ventana a la que por unas horas se asomaron los aficionados a la Fórmula 1.