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Conducimos el nuevo Opel Crossland

Puede sorprender que Opel ofrezca dos modelos en el segmento B-SUV, pero eso no hay que verlo como un problema, sino como una ventaja para el cliente, que podrá escoger entre dos vehículos en función de sus gustos y necesidades. Porque si el Mokka apuesta por una imagen más juvenil y dinámica, y corona su oferta con una versión Mokka-e cien por cien eléctrica, el Crossland (ya no se llama Crossland X) despunta en el capítulo de la funcionalidad y de la economía (es 300 euros más asequible a igualdad de motor y acabado), y recurre a una gama de motores de gasolina y diésel que, tras ser optimizados, ofrecen los niveles de emisiones más bajos de la categoría: de 93 a 113 g/km de dióxido de carbono según el ciclo de homologación NEDC.

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El Crossland, fabricado en la planta zaragozana de Figueruelas al igual que el Citroën C3 Aircross (con el que comparte plataforma), mide 422 centímetros (7 más que el Mokka), 176 de ancho (1 menos que el Mokka) y 160 de alto (2 más que su hermano), y pone en juego un maletero excelente en comparación con el de sus principales rivales, pues son 410 litros con las cinco plazas en uso, pero pueden crecer hasta los 520 litros si avanzamos al máximo la segunda fila (corredera 15 centímetros), operación la que se conserva espacio para cinco. Y si abatimos las tres plazas posteriores (el respaldo trasero tiene división asimétrica 60:40) hay 1.255 litros para equipaje, suficiente para una pequeña mudanza.

Una gran evolución estética

Eso en realidad era ya conocido, pero Opel, que desde 2017 hasta hoy ha vendido más de 300.000 unidades de este modelo SUV con ciertas dotes de monovolumen, ha evolucionado mucho el Crossland en otros apartados. Quizás el más evidente sea el estético, donde adopta el frontal Opel Vizor que progresivamente se irá aplicando a los nuevos vehículos de la marca. Se trata de una parrilla lisa con el emblema de Opel en el centro, y que deja las bocas de refrigeración para la zona inferior, donde también encontramos nuevas molduras a modo de protectores. Son nuevas también las llantas y la parte posterior se refresca con nuevas molduras inferiores, ópticas de cristal oscurecido o el portón que integra ahora una pequeña sección negra que aligera su aspecto. Y el Crossland puede tener ahora carrocería bitono, con dos colores de techo a elegir: negro o blanco.

La marca alemana de PSA reordena también la estructura de la gama, que ahora cuenta con cuatro acabados, pues a los conocidos Edition (es el nivel básico, y arranca en 20.650 euros, o 18.200 con la campaña de lanzamiento), Business Elegance y Ultimate (es el nivel superior), suma el GS Line, de inspiración más deportiva tanto por fuera como por dentro gracias a pequeños detalles en rojo. En concreto, durante la brevísima toma de contacto por Madrid nos pusimos a los mandos de un Crossland Ultimate que sorprende positivamente por su refinada terminación, pues el equipamiento de serie incluye los cómodos asientos delanteros AGR (el Mokka no los ofrece, por ejemplo), que también encontramos en la dotación de las versiones Business Elegance y GS Line, pero exclusivamente en la plaza del conductor. Y el nivel Ultimate implica también una estupenda tapicería que mezcla Alcantara y cuero.

Pero hay otras novedades

Como el sistema de control por voz, que probamos y funciona bien. Eso se complementa con la generosa pantalla central táctil de 8 pulgadas, ligada a la navegación 3D o a la conectividad compatible con Apple CarPlay y Android Auto. También se ofrece el Head-up Display (otro elemento que no podremos conseguir en el Mokka), los faros Full LED como equipo de serie en toda la gama, la cámara posterior de 180 grados con asistente de aparcamiento semiautomático o las últimas ayudas de conducción, o ADAS: freno automático en caso de colisión inminente, lector de señales de tráfico, alerta de somnolencia, alerta de cambio de carril involuntario… Y a partir de la producción de febrero de 2021 podremos pedir también el sistema de motricidad mejorada IntelliGrip (de serie en Ultimate, ligado a neumáticos M+S, y opcional en el resto de la gama), que mediante una rueda en la consola nos permite escoger durante la marcha entre cinco programas: Normal, Arena, barro, Nieve y ESP Off. Además, también podemos equipar al Crossland con un control de descensos que permite ajustar la velocidad entre 3 y 30 km/h.

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Lo explicado hasta ahora ya supone una buena renovación, pero es que los ingenieros de la firma germana no se han conformado con todo eso y también han revisado el chasis, destacando las mejoras en la amortiguación (menos rebote en irregularidades del firme y menos ruido, reducción de los cabeceos y balanceos, mayor precisión a alta velocidad) y en la dirección, ahora más precisa. El resultado se nota nada más empezar a rodar, pues si ya antes el Crossland X iba bien, ahora esa facilidad de conducción se complementa en el nuevo Crossland con una mayor impresión de aplomo. No es un deportivo, pero pisa muy bien la carretera, y el comportamiento está, desde luego, a la altura de una familia de motores con niveles medios de potencia.

Porque en gasolina tenemos el 1.2 turboalimentado de tres cilindros en versiones de 110 y 130 CV (el primero con caja manual y el segundo disponibler en versión manual o automática), mientras que la oferta diésel se limita al 1.5, que rinde 110 CV cuando equipa cambio manual y 120 CV si emplea caja automática. Para esta primera toma de contacto optamos por el 1.2 Turbo de 110 CV, que nos parece una excelente variante de acceso por agrado y prestaciones. Pero aunque la unidad probada (matriculada en Alemania) combinaba ese motor con el lujoso acabado Ultimate, en España el 1.2 Turbo de 110 CV permitirá elegir solo entre los niveles Edition y GS Line, este último 1.000 euros más caro.