La guerra en Ucrania está poniendo a los biocombustibles en el punto de mira del comercio internacional. Y nada tienen que ver aquí sus mayores o menores ventajas medioambientales, ni tan siquiera la energía que aportan. Lo que importa es su negativa influencia sobre el precio de los alimentos.
La prolongación en el tiempo del conflicto bélico en Ucrania sitúa a los biocombustibles en el punto de mira de las negociaciones internacionales. De hecho, comienzan a sentir la creciente presión que en muchos foros se ejerce para suspender los pedidos que los biocombustibles hacen de cultivos a medida porque disparan con ello el precio de los alimentos.
Guerra, clima y seguridad alimentaria. Estos fueron los principales temas tratados en la reciente cumbre del G7 celebrada en los Alpes Bávaros los días previos a la cumbre de la OTAN en Madrid.
Frenar la escasez y el alza de precios de alimentos
Las discusiones de los grandes países se centraron en ver como el comercio internacional podría liberar suministros. En ver como frenar la escasez y el fuerte incremento de los precios de los alimentos y productos de primera necesidad.
Situaciones que tienen mucho que ver con los bloqueos que la Guerra en Ucrania está provocando en general. Y, en particular, con el fuerte contingente de grano y cereales bloqueados en los puertos de Ucrania a consecuencia de la invasión rusa.
A inicios de esta misma semana, Boris Johnson, primer ministro del Reino Unido, ya solicitó una reducción en la producción de bicombustibles como parte de la solución. Un dato: sólo en 2021, dos tercios del biocombustible usado para producir gasolina E10 procedía de cultivos que inicialmente estaban destinados al sector de la alimentación.
Dejar de producir biocombustibles con maiz
Por decirlo de otra manera, el maíz que se produce en Ucrania acaba siendo el productor de la quinta parte, el 20 %, del combustible con el que se rellena cada depósito de combustible en el Reino Unido.
Johnson no ha sido el único en comentar esta situación. Otros países como Alemania también se están sumando al Reino Unido en la petición de que cesen los mandatos de compra de maíz destinados a la producción de biocombustibles.
Según un informe realizado por Trasport & Environment (T&E) publicado esta última semana, Europa quema a diario 10.000 toneladas de trigo para la producción de biocombustibles. Una cantidad que ejerce una gran presión sobre el precio de numerosos alimentos básicos a escala mundial.
No es el único dispendio que se produce. El aceite que los europeos utilizamos en nuestros vehículos también lo hace. Según el mismo informe, cada día, en Europa se rellenan los depósitos de aceite de los vehículos con 17.000 toneladas del mismo aceite que usamos para cocinar.
Los biocombustibles en el punto de mira
Situaciones como estas ponen a los biocombustibles en el punto de mira de muchos foros y reuniones del comercio internacional, por la fuerte presión que su producción ejerce sobre los precios de alimentos y productos de primera necesidad en todo el mundo.
Sin embargo, tal situación no parece hacer mella en los más poderosos. EE.UU. es uno de los principales defensores de los biocombustibles, y eso provocó que el comunicado final emitido tras la reunión del G7, donde se esperaba se adoptase alguna medida favorable, resultara completamente decepcionante en este aspecto.
“Seguiremos siendo conscientes de nuestro impulso a largo plazo hacia los combustibles alternativos para el transporte, de nuestros objetivos sobre el clima, la biodiversidad y la seguridad alimentaria” fue cuanto los líderes de las 7 primeras economías mundiales llegaron a decir al respecto del tema que nos ocupa.
Una declaración que rápidamente fue contestada por los expertos. Según Maik Marahrens, experto activista en materia de biocombustibles de T&E, “los líderes del G7 discutieron sobre la seguridad alimentaria internacional, pero dejaron pasar las oportunidades a su alcance”.
Quemamos alimentos para producir combustible
Para Marahrens, se podrían “liberar cantidades significativas de cultivos alimentarios claves si simplemente dejaramos de quemarlos en nuestros automóviles. Los líderes mundiales, en particular los Estados Unidos, no han priorizado la alimentación sobre el combustible. Al hacerlo, condenan a los más vulnerables en el mundo a la escasez que provocan los altos precios de compra”.
“Se han puesto los beneficios de los agricultores y las facturas del combustible que pagan los conductores por encima de las necesidades de millones de personas en todo el mundo. Personas que luchan por tener acceso a alimentos de primera necesidad para poder subsistir”, comentó el experto de T&E.
“Bloquear la propuesta del Reino Unido para que el G7 se comprometiera colectivamente a reducir la presencia de alimentos de primera necesidad como el maíz en los biocombustibles, sencillamente es algo atroz”, manifestaba Marahrens.
Aún así, no todo parece estar perdido. Europa todavía puede reaccionar. Puede abordar el polémico uso de cereales comestibles en la producción de biocombustibles. Lo puede hacer revisando el destino de su producción de cereales y vetando su uso en estos momentos para tal fin.
Europa aún puede reaccionar
El Reino Unido ha anunciado que así lo va a hacer. Una medida unilateral que poco puede afectar. Pero el Parlamento Europeo sí puede expresar su apoyo a la seguridad alimentaria y reducir los límites de uso de cultivos de grano en la producción de biocombustibles a través de la Ley de combustibles verdes de la UE, dentro de su actual Directiva de Energías Renovables.
Tal y como muestra el estudio publicado por Transporta and Environment, los precios de los biocombustibles son actualmente de un 65 a un 130 % superiores a los de la gasolina y el diesel en los mercados mayoristas, según el tipo de cultivos utilizados en su producción.
Esto pone de manifiesto que pese a sus bajas emisiones finales, los biocombustibles aportan perjudiciales resultados para el clima, la biodiversidad y la vida de las personas en general. Producen un incremento en los precios de alimentos y bienes de primera necesidad y suponen una carga financiera innecesaria para los hogares europeos que ya están en apuros.
Tal y como se contempla en el gráfico adjunto, los biocombustibles no hacen sino sumarse a los altos costos del combustible en el transporte. En los últimos años, sus precios han sido sistemáticamente más caros que los de los combustibles fósiles en Europa.
Y además son más caros
El gráfico adjunto muestra la evolución de los precios mayoristas de los biocombustibles y los combustibles fósiles en función de la energía que proporcionan (en dólares por tonelada de petróleo).
En momentos de bastante estabilidad económica como los años 2018/2019, en comparación con el diésel, el biodiésel (FAME) fue un 72 % más caro en un nivel mayorista. Momentos en los que el Bioetanol importado se vendía según países con una prima del 45%, para la UE y de más del 100 % para el bioetanol producido en Europa, según destaca T&E.
Todo esto hace que muchas asociaciones y foros que luchan por la desigualdad tengan actualmente a los biocombustibles en el punto de mira. Consideran que luchar contra ellos es una manera de luchar contra el fuerte alza de los precios en productos básicos para la alimentación diaria.
Ucrania representa el 40 por ciento de las exportaciones mundiales de aceite de girasol y es, además, el mayor proveedor de aceite de colza de Europa. El bloqueo de Rusia a las exportaciones de alimentos ucranianos esta presionando fuertemente los suministros y con ello los precios, que son hasta dos veces y media superiores a los de años anteriores.
Actualmente, el 18 por ciento de la producción mundial de aceite vegetal se destina a la producción de biodiesel. Todo este aceite es apto para el consumo humano. En los últimos años, Europa puso el 58 por ciento de toda la colza producida y el 9 por ciento de todo el aceite de girasol consumido en los depósitos de sus automóviles y camiones