Muchas veces, o casi siempre, la mejor forma de aprender es analizar los errores, para no volverlos a cometer. La experiencia es la madre de la ciencia, dicen. Pero tratándose de elementos mecánicos y/o eléctricos, quizás sea mejor que te asesores, uses manuales de instrucciones y sigas unos primeros consejos, de quien ya tiene la experiencia adquirida. Un mal uso de los sistemas instalados en tu coche puede ocasionarte quebraderos de cabeza y de bolsillo. La manera correcta de usar el cambio automático de tu coche, puede librarte de una pesadilla absurda.
1Del cambio manual al automático
¿Cambio manual o automático ? Si no tienes clara tu opción, para tomar una decisión correcta siempre es bueno conocer, los orígenes, su funcionamiento y prestaciones.
La dificultad para transmitir fuerzas motrices, no es una cuestión moderna. Ya en Florencia y durante el siglo XV, se inventó un cambio de velocidades compuesto por dos piezas (una cilíndrica y otra cónica) que usaban engranajes para transmitir motricidad. Si, y no lo dudes, fue Leonardo Da Vinci. Sin embargo, hasta 1903, no aparece el primer cambio automático, diseñado por el francés Louis Bonneville.
Su generalización no llegó hasta la década de los 40, y lo hizo de la mano de los constructores estadounidenses (Ford, General Motors) pioneros en ofrecer comodidad (aire acondicionado, dirección asistida) a bordo de un coche.
Aquellos primeros dispositivos podían presumir de bien poco: contaban con sólo tres marchas, eran caros de comprar y de reparar y limitaban las prestaciones, al margen de incrementar el gasto.
El panorama empieza a cambiar en los 80 y, sobre todo, en los 90. El desarrollo de la electrónica hace que aparezcan evoluciones que prescinden del embrague, otras que combinan uso automático y manual secuencial, las que son inteligentes (adaptándose a la carretera y a la forma de conducir), las de variación continua, las que se pueden accionar directamente desde el volante y las que cuentan con hasta seis velocidades. Unas innovaciones que, curiosamente, también tienen paternidad europea.
En la actualidad, los coches automáticos gastan apenas un 5% más de combustible y, en las versiones más desarrolladas, pasan de marcha con más rapidez que un conductor experimentado e incluso corrigen sus defecto.