Hace unas semanas probamos a fondo el nuevo Mazda CX-60 en su variante híbrida enchufable, el primer PHEV de la marca. Nos convenció plenamente. Ahora nos hemos puesto al volante de su nueva versión diésel. Sí, has leído bien, diésel. Y también nos ha conquistado porque se trata de un producto que sigue siendo imbatible en largos desplazamientos, guste o no. Además, se trata de un vehículo tremendamente equilibrado, amplio, bien hecho y a un precio sumamente atractivo frente a la competencia.
Motorizaciones a la carta
Quizás algunos piensen que Mazda va a contracorriente por ofrecer mecánicas que otros fabricantes están descartando. No pensamos igual. Este fabricante apuesta por soluciones multiuso, con alternativas eléctricas, híbridas enchufables, ‘mild hybrid’ y los clásicos motores de combustión de gasolina y, también diésel. Y si miramos su eficiencia en cuanto a consumo, tampoco se puede criticar que monte bloques con generosas cilindradas cuando otras firmas llevan años apostando por el ‘downsizing’.
Es el caso de nuestro protagonista. Cuesta explicar que la marca incorpore en su Mazda CX-60 un turbodiésel SKYACTIV-D de 3.3 litros y seis cilindros en línea. Más cuando tiene en sus ‘filas’ un 2.2 litros en modelos como el CX-5. Lo que importa es el resultado y lo cierto es que esta nueva mecánica consume menos pese a registrar un mayor rendimiento y potencia.
Dos versiones diésel, con 200 y 254 CV
De hecho este aparente SUV se ofrece con una versión de acceso con 200 CV y 450 Nm, asociada a un sistema de propulsión trasera, y otra superior que incrementa la potencia hasta los 254 CV y 550 Nm de par máximo, que ya presume de tracción total. En ambos casos la gestión recae sobre una nueva transmisión automática de 8 velocidades (varía el desarrollo final entre ambas). La gama se completa con el mencionado PHEV de 327 CV y antes de que concluya el año se completará con una variante de gasolina 3.0 con seis cilindros en línea asociada a un sistema ‘mild hybrid’ de 48 V y etiqueta ECO.
También lo incorporan las estas nuevas versiones diésel. La batería de iones de litio apenas tiene una capacidad de 0,33 kWh, suficiente para alimentar en momentos puntuales a un pequeño generador eléctrico de 17 CV y 153 Nm. Su función es apoyar al motor térmico, pero no tiene capacidad para impulsar al Mazda CX-60 por sí solo. El consumo medio es de 5,0 litros en la versión de 200 CV, y de 5,2 litros en la variante más potente.
Nueva tecnología DCPCI de Mazda
Para obtener esas cifras se apoyan en una sofisticada tecnología que les permite funcionar con mezcla pobre durante un amplio régimen de giro. Lo consiguen gracias a un extra de aire en la admisión que mejora la combustión. La eficiencia se optimiza gracias a la tecnología de combustión denominada DCPCI, siglas que indican un encendido por compresión controlado por la distribución con premezcla parcial.
No es para tomárselo a la ligera ya que este sistema anuncia una mejora del 40 por ciento en su eficiencia térmica. Además de una cámara de combustión con forma ovoide, que mejora la mezcla al presentar dos regiones en el recorrido del combustible, también se ha optimizado la pulverización en la inyección.
Ya en marcha, la versión de 200 CV brinda un rendimiento notable y se muestra bastante refinada en su funcionamiento. Apenas llegan vibraciones y el interior está realmente bien insonorizado. Alcanza los 212 km/h de velocidad punta y acelera de 0 a 100 km/h en 8,4 segundos.
Consumos espectaculares
Su respuesta es contundente desde muy bajo régimen, gracias en parte al aporte eléctrico, y registramos un consumo durante nuestra toma de contacto, mayoritariamente por autopista, de apenas 4,9 litros. Soberbio en este sentido.
El regreso lo hicimos con la variante más potente. Son evidentes sus mejores prestaciones, 219 km/h y 7,4 segundos para alcanzar los 100 km/h desde parado. Sin embargo, el consumo no se disparó precisamente, aunque el trayecto fue a una velocidad media inferior debido al intenso tráfico. En cualquier caso los 5,1 litros de media registrados en el ordenador de viaje para un vehículo de 4,75 metros de longitud, y que acaricia las dos toneladas de peso con lo puesto, son para destacar. Lo dicho, en ese escenario el diésel no tiene rival.
Dinámicamente es un vehículo que goza de esa precisa puesta a punto que Mazda imprime a sus vehículos. Quizás la dirección en este caso no sea tan precisa y directa como en otros modelos de la marca (2,7 vueltas de volante entre topes), pero sí que es más ágil y estable de lo que parece en un primer momento por su aspecto y corpulencia.
Perfiles de conducción del Mazda CX-60
La versión más potente, dotada de tracción total y ayudas electrónicas para mejorar su comportamiento en curva, resulta más convincente en este sentido. En este caso el asistente de conducción ofrece varios perfiles de uso, incluido uno offroad para salir del asfalto con cierta solvencia, aunque los neumáticos son puramente asfálticos.
Otro punto destacable de las nuevas versiones diésel del Mazda CX-60 es su amplitud interior y el gran rigor a la hora de valorar su calidad y acabados. De hecho se encuentra prácticamente al mismo nivel que rivales Premium tipo Audi Q5, BMW X3 o Volvo XC60. Durante la prueba a fondo del Mazda CX-60 híbrido enchufable analizamos este aspecto que también es válido para estas versiones diésel y que puedes consultar en este enlace.
Precio del Mazda CX-60 diésel
Por último, señalar que el Mazda CX-60 diésel en su variante de 200 CV tiene un precio desde 48.719 euros. Por su parte la versión más potente, que recordemos añade tracción total, tiene un sobreprecio de 3.600 euros. La gama cuenta con cuatro acabados diferentes: Prime Line, Exclusive Line, Homura de corte deportivo y Takumi de perfil más lujoso.
Ya están a la venta, aunque las primeras entregas llegarán en junio. La garantía oficial cubre 6 años.