Muchos dispositivos que utilizamos en el día a día tienen baterías de pequeño tamaño. Otros, como los vehículos eléctricos, emplean unas de dimensiones y peso considerables. Sin embargo, existen baterías que se pueden medir en campos de fútbol y suministran energía a ciudades enteras.
Todo comenzó hace más de dos siglos de una forma modesta. En 1800, el físico italiano Alessandro Volta presentó un invento a la venerable Royal Society de Londres. En un primer momento no levantó mucha expectación, pero rápidamente se haría famoso en todo el mundo.
Así comenzó todo
Se trataba de la pila voltaica, precursora de las baterías actuales. Aquel nuevo ingenio tenía una estructura cilíndrica y estaba hecho en gran parte de madera, pues el plástico que se emplea hoy como material aislante aún no se había inventado.
Sin embargo, tras esa apariencia que ahora puede resultar arcaica, aquella primera fuente de energía respondía a un principio de funcionamiento muy moderno: las placas de diferentes metales, como el cobre y el zinc, se separaban entre sí mediante piezas de cartón o cuero que se saturaban con un electrolito (agua salada o lejía, por ejemplo).
Este es el mismo principio básico que utilizan actualmente las baterías de los coches de marcas como Porsche para su funcionamiento. La gran diferencia es que, mientras a comienzos del siglo XIX se empleaban principalmente en los laboratorios, en este momento juegan un papel clave en los dispositivos electrónicos y en los vehículos eléctricos.
Como cinco campos de fútbol juntos
En un futuro serán todavía más importantes, ya que se supone ayudarán a compensar la producción fluctuante de energías renovables con los niveles efectivos de consumo de energía. Esto se logrará con baterías de gran tamaño, denominadas grid booster (refuerzo de red) como la que se está ensamblando actualmente en Kupferzell, Baden-Württemberg, que ocupa un área del tamaño de cuatro campos y medio de fútbol. A partir de 2025, podrá entregar un máximo de 250 megavatios de potencia durante una hora.
Sin embargo, a pesar de su enormidad, el sistema de refuerzo de red de Kupferzell no ocupa el primer puesto en la lista de las baterías más grandes del mundo. Ese honor es para la instalación de almacenamiento de energía Moss Landing, en Landing Harbor, California, que tiene una capacidad de 1.200 MWh y emplea baterías de iones de litio.
También en California, en la ciudad de Lancaster, situada cerca de Los Ángeles, se encuentra la estación de almacenamiento de energía Luna LAB, compuesta por baterías de iones de litio que cuentan con una capacidad de 908 MWh y permiten suministrar electricidad limpia durante cuatro horas a 170.000 hogares en el estado norteamericano. No está mal para una tecnología que vio la luz por primera vez hace 200 años con una mezcla de madera y metal.
El Grupo Volkswagen se ha puesto las pilas y ya tiene previsto la ubicación de varias factorías para fabricar baterías, alguna en España.