El coche, conocido como » Ferrari español «, era hijo de la principal factoría de vehículos de la España de postguerra, ENASA, conocida como Pegaso, tenia la impronta del exingeniero jefe de Alfa Romeo y el beneplácito de la dictadura franquista.
Un coche cargado de exclusividad y deportividad, que pretendió ser la enseña nacional de la industria automotriz, que cosecho numerosos fracasos deportivos, un récord mundial de velocidad, y a día de hoy, es el disfrute de coleccioncitas y propietarios; una autentica joya.
1Una oportunidad industrial
Fruto de dos guerras, una civil, la española, y otra mundial, la Segunda, las fabricas de automóviles y los nombres de las personas, protagonistas de esta historia que la hicieron posible, confluyen en la década de los años 1950.
Las arrasadas fabricas italianas de coches por los bombardeos de la II guerra mundial, motivaron el regreso a España de Wilfredo Ricart. El ingeniero español había trabajado hasta entonces como ingeniero jefe de Alfa Romeo. Llegado a Barcelona, recalo en la compañía ENASA, que fue fundada desde las cenizas de la extinta Hispano-Suiza.
La marca española, por entonces, ya fabricaba con éxito camiones y autobuses. La experiencia de Ricart fue el incentivo para que Pegaso valorase la iniciativa de crear un modelo deportivo que fuera promocionable hasta el punto de poner en valor la industria nacional. Así nace, con la experiencia del ingeniero veterano y la bisoñez de los mecánicos empleados, y a modo de escuela, el proyecto Z de Pegaso: El Pegaso Z-102.