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Ver para creer: La Fórmula 1 sobrevive gracias a la tecnología que un español ideó hace casi 100 años

En el vertiginoso mundo de la Fórmula 1, cada década ha traído consigo innovaciones técnicas que han desafiado los límites de la velocidad y la eficiencia. Entre estas revoluciones, pocas han sido tan trascendentales como la migración de los motores hacia la parte trasera de los monoplazas.

Este cambio radical no solo redefinió la dinámica de las carreras, sino que también dejó una marca indeleble en la historia del automovilismo, con nombres como el de Wilfredo Ricart destacando como pioneros visionarios de esta transformación.

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¿ Y si ponemos el motor en la parte de atrás ?

A lo largo de la década de 1950, la Fórmula 1 era un terreno de experimentación constante. Los ingenieros buscaban constantemente formas de aumentar el rendimiento y la estabilidad de los vehículos, y fue en este contexto que comenzó a gestarse la idea de trasladar los motores hacia la parte trasera de los monoplazas. Si bien los automóviles de calle ya habían comenzado a adoptar esta disposición, su aplicación en el exigente entorno de las carreras de F1 era una empresa completamente diferente.

Fue en este momento histórico que entró en escena Wilfredo Ricart, un ingeniero español con una visión audaz y una determinación inquebrantable. Nacido en 1912, Ricard mostró desde joven un talento innato para la ingeniería mecánica y una pasión apasionada por el automovilismo. Después de graduarse en ingeniería mecánica en la Universidad de París, Ricart trabajó en grandes firmas, como Alfa Romero, Ferrari e incluso su propia marca, hasta desembarcar en Pegaso, donde consiguió diseñar el deportivo español por excelencia.

Creaciones suyas fueron los Pegaso Z-102 y Z-103, unos deportivos españoles que a mediados del siglo pasado no tenían nada que envidiar, ni desde un punto de vista tecnológico ni de prestaciones, a los Ferrari de entonces.

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