Coger un vehículo de transporte con conductor (VTC) es una experiencia cada vez más incierta. Lo que debería ser un simple trayecto se ha transformado para algunos en una ‘actividad de riesgo’, especialmente en grandes ciudades. La falta de formación de muchos conductores, la fe ciega en los navegadores y la creciente siniestralidad han encendido las alarmas, tanto entre consumidores como entre taxistas.
Y es que las estadísticas no mienten: los accidentes de VTC superan en proporción a los de los taxis tradicionales, evidenciando un problema que necesita de solución urgente.
1La batalla entre pelas y cucarachas
La relación entre taxistas y conductores de VTC nunca ha sido buena. Desde la llegada de estos vehículos, hace ya más de 10 años, las calles de las grandes ciudades españolas se han convertido en un campo de batalla. Los taxistas, apodados ‘pelas’ por sus competidores, ven como los ‘cucarachas’ ─término despectivo para los conductores de VTC─ les disputan clientes y espacio en las vías públicas. Una rivalidad que se ha traducido en protestas, denuncias y enfrentamientos legales.
La situación parecía estar bajo control con la regulación de las licencias de VTC, pero el aumento de los accidentes ha puesto de nuevo el foco en el sector. Los taxistas exigen condiciones de acceso más estrictas para los conductores de VTC, que se defienden argumentando que solo cumplen con su trabajo. La polémica está servida, sobre todo tras incidentes como el ocurrido recientemente en Madrid, donde uno de estos conductores terminó encallado con su coche en unas escaleras peatonales.