Viajar por las carreteras españolas puede ser una experiencia reveladora, especialmente cuando se atraviesan fronteras autonómicas. En algunos casos, estas transiciones son tan evidentes que parecen sacadas de una película de terror. Un ejemplo perfecto de este fenómeno es la carretera que conecta Aragón y Navarra, donde el firme cambia drásticamente al pasar de un lado al otro. ¿Qué hay detrás de este contraste tan marcado? Aquí lo desentrañamos.
1Dos mundos, una carretera: la A-125 y la NA-126
Esta vía, conocida como la A-125 en Aragón y la NA-126 en Navarra, pone de manifiesto las diferencias en la gestión de infraestructuras entre comunidades autónomas. En el lado aragonés, la carretera presenta un asfalto desgastado, sin marcas viales que delimitan los carriles y con evidentes señales de abandono. Por el contrario, al cruzar a Navarra, el cambio es inmediato: un firme en buen estado, con líneas claras y una sensación de seguridad que brilla por su ausencia en el tramo anterior.
¿Por qué ocurre esto? La respuesta está en el reparto de competencias. En España, la red de carreteras, que suma 165.375 kilómetros según los últimos datos del Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible, está fragmentada en varias categorías de gestión: estatal, autonómica y provincial. Este modelo descentralizado tiene sus ventajas, pero también deja huecos que se traducen en escenarios como el de la A-125 y la NA-126.