“La mejor forma de defenderse es el ataque”. Christian Horner sintetizaba la estrategia de Red Bull tras el pasado Gran Premio de Italia. Sin embargo, el aventurado y osado espíritu del equipo austríaco se plasmaba con otro estilo en Monza: camuflando el sábado su mayor virtud para desplegar el domingo todas las que el RB18 exhibe, derrotando a Ferrari en su propia casa.
Max Verstappen venía avisando desde el viernes: Red Bull apostaba por perder velocidad punta en su monoplaza. Una forma de emboscarse para atacar cuando importaba. Ferrari ha caído en los tres últimos grandes premios (incluido Hungaroring) con su ritmo de carrera por el funcionamiento del neumático. Intuyendo el mismo patrón en Monza, el equipo austríaco trabajó en una puesta a punto que mimara la degradación del neumático a costa de esa velocidad última. Le costó la pole. Poco importaba. Un regalo para Ferrari, necesitado de ellos en Monza. Tal es la sensación de seguridad que Red Bull disfruta en su potencial y el margen estratégico del que disfruta, que también se permitió el lujo de penalizar cinco puestos para introducir una cámara de combustión nueva.
Pole de Leclerc del GP de Italia, pero en cinco vueltas, Verstappen ya le respiraba en el cogote
Efectivamente, Charles Leclerc logró la pole. “Domani, domani…”, eran sus palabras inmediatas por la radio al celebrara. O lo que es lo mismo “mañana, en carrera, es la hora de la verdad…”. Solo importaba volver a ganar, pero ahora ante los tifosi. El sueño del monegasco que salvaba la temporada del equipo italiano, ya sin opciones a los títulos. Bastante tenía ya Carlos Sainz con remontar desde el fondo de la parrilla por la decisión (¿no cabían más opciones?) de penalizar por la sustitución de numerosos elementos de su unidad de potencia.
Pero Charles Leclerc y Ferrari descubrieron pronto aquello que más temían. En menos de cinco vueltas, Max Verstappen respiraba en el cogote del monegasco. Como Mattia Binotto reconoció al final de la carrera, era cuestión de tiempo que fuera adelantado. Un coche virtual sometió a Ferrari a un temprano dilema: entrar o no entrar en boxes, y quedar a expensas de Red Bull demasiado pronto. “No es que fueran más rápido, pero vimos que teníamos un poco más de degradación con Max. De haber mantenido la misma estrategia no habría habido opción para nosotros”, explicaba Mattia Binotto para justificar la estrategia de Ferrari para intentar parar el vendaval del holandés: dos paradas, una opción que difícilmente funciona en Monza. Como querer parar con las manos las grietas de una presa.
“Hemos tenido que arriesgar, hemos visto que Max estaba listo para parar, y solo eligió la opción opuesta”, apuntaba frente a esa primera parada. “Si hubiéramos quedado fuera, él hubiera entrado. Creo que era una buena elección para nosotros, con ella podríamos haber tenido un coche de seguridad al final de carrera que podría haber cambiado las cosas. El coche llegó, pero la carrera terminó con el”. Ferrari metió a Leclerc por segunda vez en boxes, para montar un neumático blando que le permitiera recuperar diferencias. Pero Verstappen rodaba sobrado y a su antojo, manteniendo mantuvo las distancias con Leclerc a placer. El coche de seguridad solo fue un soplo de esperanza para una posible victoria que, en buena lid, nunca había sido ni posible ni merecida. Sin embargo, otro era el caso para Carlos Sainz. Porque tanto la salida del coche de seguridad final primero, como la gestión del mismo después posiblemente frustraron un posible podio para Carlos Sainz.
Carlos Sainz, remontada de podio, pero sin podio
En quince vueltas, el español se había colocado cuarto. Russell era el objetivo, el tercer escalón del podio, premio a un fin de semana altamente competitivo del español. «Íbamos ganando de un segundo tres o cuatro décimas por vuelta. La simulación nos daba que llegábamos a su cola. Creo que me hubiese pegado en la última vuelta, si me hubiera tirado a por él hubiera sido una incógnita…» Pero el coche de Daniel Ricciardo se paró a cinco vueltas del final. Russel montó neumáticos blandos usados. Sainz, el restante de blandos nuevos. Un puñal de descabello. Con el Mercedes a tiro, con una o dos vueltas bajo bandera verde, el podio más espectacular del año se hubiera hecho realidad. Pero si el coche de seguridad impidió alcanzar a Russell, la neutralización hasta la bandera a cuadros impidió la estocada final.
“Ha sido para nosotros ha sido un buen fin de semana”, resumía Binotto, cuyo equipo salió vivo ante los temores por las tres últimas carreras, incluyendo la paliza en el veloz Spa. “Desde la cuali, logramos la pole, y Carlos lo ha hecho muy bien en carrera. Hemos visto que Max ha sido más rápido, pero que tenemos un buen coche. Carlos y Charles han hecho una carrera fantástica. Pero Max era un poco más rápido que nosotros. Quizás no en ritmo real, pero sí en degradación de neumáticos”. Efectivamente, la emboscada de Monza fue todo un éxito para Red Bull. Ferrari salvaba la cara ante los tifosi, aunque perdía por quinta vez consecutiva ante Max Verstappen, quien ya deshoja las carreras para lograr matemáticamente su segundo título consecutivo.
Por su parte, Fernando Alonso vivió un fin de semana oscuro. Con errores en los entrenamientos (sin vueltas en el Q3) y un motor renqueante durante el gran premio, rompió la racha de diez carreras en los puntos. Una triste manera de celebrar 350 carreras en la Fórmula 1, récord en la categoría, y que quizás también condene el próximo Gran Premio de Singapur.