El enemigo común de todos los equipos de Fórmula 1 en la temporada 2022 se llama porpoising, un termino inglés que ilustra el movimiento ondulante de una marsopa. En un monoplaza, se trata del efecto rebote que sufren los monoplazas a alta velocidad, tanto en rectas como en curvas muy rápidas. El objetivo común es controlarlo, porque quien mejor y antes lo consiga marcará diferencias con sus rivales. Pero ¿en qué consiste?
El cambio de reglamento puesto en marcha este 2022 ha creado coches de Fórmula 1 completamente nuevos en una era en la que, se supone, los equipos estarán más igualados que antes y, por tanto, habrá más emoción en pista. No solamente por lo que implica la hoja en blanco de una nueva jerarquía ante la respuesta de cada equipo al reglamento.
También, porque el objetivo del mismo era crear coches que eliminaran las distorsiones aerodinámicas de la anterior generación, y que impedían seguirse unos a otros. Y lo cierto es que en la primera carrera de la temporada, celebrada en Bahréin el fin de semana pasado, el espectáculo estuvo a la orden del día.
¿Más igualdad?
¿Se han igualado la vertiente deportiva? Todavía es pronto para contestar a esta pregunta. Pero los campeones de los últimos siete años, Mercedes, no ha empezado como terminó el pasado año. Y el vigente campeón del mundo, Max Verstappen, ni siquiera terminó la carrera. Este fin de semana seguiremos viendo la evolución de los equipos en Arabia Saudí, aunque parece que Ferrari ha dado la campanada esta vez y ha empezado con gran fuerza. Pero hacen falta más trazados para confirmar la primera fotografía de Shakir.
Como en cada era de la Fórmula 1, es habitual que un equipo o dos destaquen sobre el resto, sobre todo al estrenar la reglamentación. Quien mejor entiende o interpreta la nueva normativa marca el camino al resto. Sucedió con Red Bull a principios de la década pasada, más tarde fue Mercedes y queda por ver quién manda en esta nueva etapa de la Fórmula 1, en la que se han introducido los cambios técnicos más radicales de su historia.
Porpoising, un problema común
Pero todos han encontrado en pista unos efectos inesperados, ni siquiera anticipados en el túnel de viento. Hablamos del porpoising, un concepto que viene del término “porpoise”, es decir, marsopa en inglés, un animal cetáceo que acostumbra a “saltar” sobre la superficie del mar.
¿Y qué tiene que ver este animal con la Fórmula 1? La respuesta es sencilla: los F1 2022 rebotan y oscilan constantemente en recta por culpa del efecto suelo, introducido esta temporada para intentar resolver el problema de las turbulencias aerodinámicas. Como las marsopas, los delfines, los canguros o una rana. Pero el término inglés del ‘porpoising’ ya se conocía desde la década de los setenta, cuando se introdujo el efecto suelo en la Fórmula 1 por primera vez.
Vibraciones, descontrol y riesgo por culpa del porpoising
El porpoising aparece cuando los F1 circulan a alta velocidad y se separan las distintas corrientes aerodinámicas por debajo y arriba del monoplaza. En sus laterales, los coches cuentan en la parte inferior e interna de los pontones con unos túneles con forma de ala de avión invertida que crean una diferente presión con los flujos de los pontones laterales y su parte superior.
El efecto suelo se acentúa a medida que el coche gana velocidad, pero llega un momento que desaparece y se produce el ‘stall’, otro termino inglés para definir que los flujos dejan de actuar momentánemente en la parter inferior e interna del coche. Así, entra en juego la suspensión, que tiende a elevar el coche en una secuencia sostenida de oscilaciones. Se produce o acentúa también ante las irregularidades del asfalto.
Visualmente es totalmente perceptible. En vídeo da la sensación de que los monoplazas son una auténtico muelle. Los pilotos se ven sometidos así a una agitación continua. Pero también los coches, especialmente a lo largo de una carrera. El rebote ralentiza a un monoplaza y afecta también en la entrada de una curva, haciendo perder eficacia al sistema de frenada.
El porpoising es el enemigo del cronómetro
Algunos equipos ya han empezado a controlarlo. Pero harán falta más circuitos para conocer el comportamiento de cada monoplaza en distintas configuraciones y tipos de asfalto. Quien consiga dar con la tecla para una amplia variedad de escenarios y condiciones marcará las diferencias. Aunque el porpoising trae de cabeza a los ingenieros de todos los equipos desde que los monoplazas empezaron a rodar en 2022, evidentemente, no pueden dejar de trabajar en el resto de aspectos de rendimiento de un monoplaza.
Todos los monoplazas sufren porpoising con el efecto suelo, en mayor o menor medida. Su remedio requiere de un trabajo combinado del funcionamiento aerodinámico y del grip mecánico. El recurso más fácil es elevar la altura del monoplaza al suelo, que mitiga el efecto, pero a costa de perder eficacia y rendimiento, por ejemplo, en curvas, porque un monoplaza con mayor altura de la prevista en su diseño no logra el rendimiento teórico planeado, entre otras razones porque, a más velocidad y menor altura, más efecto suelo.
Un año cargado de retos
Solucionar o atenuar el porpoising es solo una de las decenas de tareas que tienen los equipos este año para conocer y evolucionar sus nuevos monoplazas. Porque en 2022 todo es nuevo. Los coches son radicalmente diferentes, los pilotos deben acostumbrarse a una nueva conducción por su distinto comportamiento, nada que ver con la anterior generación.
El juego ha cambiado y parece que la emoción está servida, con al menos dos o tres equipos con opciones a la victoria. Porque Mercedes llegará. El reto continúa en el GP de Arabia Saudita, que tiene lugar este fin de semana en el circuito de Jeddah, una pista completamente diferente a la de Shakir, y una de las más rápidas de todo el campeonato. Aquí se verá en toda su intensidad que significa un monoplaza ‘wing car’, o de efecto suelo.