A pesar de ese perfil menos exuberante al de Hamilton, Nico Rosberg es un campeón singular en muchos aspectos por mucho que Bernie Ecclestone no le considere el más interesante desde el punto de vista mediático. Y hasta la última carrera de la temporada ha sido fiel a su estilo como piloto, personalidad y carácter. Inteligente, cerebral, aplicado en el lado científico del pilotaje, pero también extraordinario y totalmente imbatible hasta para Hamilton. Recuérdese su victoria de Singapur este año, por ejemplo. El Gran Premio de Abu Dabi donde remató su victoria final le puso a prueba en toda su dimensión.
Siempre sonriente y ecuánime hasta en las derrotas frente a Hamilton, inasequible al desaliento, destacaba su figura tras la última carrera, total y emocionalmente agotado. El británico había puesto a prueba esas virtudes que llevaron a la orilla del título antes de arrancar en Yas Marina. Y Rosberg respondió. Pero a qué precio.
Hamilton buscaba cómplices
Hamilton adoptó una estrategia que negó antes de la carrera. Ralentizó el ritmo de la prueba para arrojar a Rosberg a sus rivales. Necesitaba sacar al piloto alemán del podio, y para ello los Red Bull y Ferrari debían ser cómplices necesarios. Una estrategia cuestionable para algunos, comprensible para muchos. Pocas cartas tenía, y hubo de jugarlas todas hasta el final. Pero Hamilton encontró la oposición de su propio equipo, quien le pidió en repetidas ocasiones que acelerara su lento ritmo de carrera. Con la excusa comprensible pero remota de perder la victoria, en cierta manera, Mercedes se decantó a proteger al piloto alemán. No llegó la sangre al río, afortunadamente para todos. ¿Qué hubiera ocurrido si Rosberg hubiera caído a manos de Vettel o Verstappen?
Hamilton confirmó que, cuando quiere, es un verso suelto dentro del equipo alemán. Todo lo contrario que Rosberg, como confirmó en varios momentos de carrera, consensuando con el equipo cada maniobra. Hasta para hacer los ?donuts? de la victoria pidió permiso. Mercedes volvió a lograr todos los títulos esta temporada. Sin embargo al final parecía un equipo un poco más dividido. Solo había que escuchar a Toto Wolff al final de la carrera. Veremos qué pasa en el futuro entre Hamilton y los responsables de Mercedes. Pero ¿tenían necesidad de intervenir en el duelo entre sus pilotos, con todos los títulos ya asegurados?
Rosberg, un año sin errores
En todo caso, nadie cuestiona los méritos de Rosberg. Ni siquiera las insinuaciones de Hamilton y sus tribulaciones mecánicas en 2016 juegan en su contra, a pesar de que también justifiquen la frustración del británico. Cualquiera hubiera sido un digno campeón. Pero Rosberg cometió muy pocos errores esta temporada (la carrera de Mónaco fue su único punto oscuro), también sufrió algunos problemas en su monoplaza (la radio de Silverstone, Austria), salió en primera fila en todas las carreras (menos en el Red Bull Ring) y cometió menos errores que su rival en las salidas. No sucumbió a la presión ni al desánimo después de disfrutar una ventaja de 43 puntos tras las primeras carreras que se convertían en 19 en contra al llegar las vacaciones de verano. Y en momentos clave como Singapur o Japón arrasó a Hamilton.
La eficacia y efectividad de Rosberg en el detalle fino parecen perder brillo ante el talento natural, la velocidad y la exhuberancia de Lewis Hamilton. Hoy, Lauda, Prost o Piquet son leyenda en la Fórmula 1. Pero ganaron algunos de sus títulos con el mismo estilo que Nico Rosberg. Quizás, incluso, con menos brillantez. De hecho, su padre Keke logró solo una victoria en el único año en que se proclamó campeón.
Con el Gran Premio de Abu Dhabi termina otro ciclo en la historia de la Fórmula 1. Ferrari perdió su dominio en los noventa cuando se prohibieron los repostajes, Renault, al dejar Michelín la competición y llegar el neumático único. Red Bull, cuando al eliminarse los escapes de soplado y llegar la tecnología híbrida. ¿Ocurrirá otro tanto el próximo año? ¿A quien le tocará dominar a partir de 2017? Ojalá, a ninguno.