¿Sigue siendo EEUU un aliado? ¿Su presidente se ha convertido en un enemigo? Que cada cual piense lo que quiera, pero en estos tiempos de trapaceros y tahúres, parece más que posible. De ahí que el gañán, hortera y perdonavidas que gobierna el imperio, haya cambiado de bando y considere a los europeos como unas sanguijuelas que chupan y estafan a los Estados Unidos. Una teoría que le sirve como coartada para dar una patada en el trasero a la Unión Europea y dictaminar una guerra de aranceles que según el día va del 25 al 200 por cien sobre todos los productos de la Unión Europea que lleguen al mercado americano, especialmente si se trata de todo lo relacionado con el automóvil.
Un palo más en la rueda de un sector europeo que además de tener que superar unas exigentes normas en materias de emisiones, también le toca capear la fuerte competencia de precios de los coches chinos y el estancamiento de un vehículo eléctrico que sólo tiene una penetración del 14 por ciento en Europa y del 5 por ciento en España. En este punto merece la pena recordar que estamos hablando de una industria que es fundamental para Europa y supone entorno al ocho por ciento del PIB y más del 10 por ciento de los empleos directos, sin contar la industria auxiliar, las fábricas de componentes y toda la cadena comercial con concesionarios y talleres incluidos. Por eso, al continente más libre, civilizado y con más derechos que existe, le ha llegado la hora de la vedad y debe ocupar el sitio que le corresponde desde todos los puntos de vista, incluidos el tecnológico, industrial, financiero, creativo, cultural…
Europa no debe perder la carrera frente a China y EEUU
Claro que ha sido y sigue siendo fundamental flexibilizar las sanciones por la norma de emisiones CAFE (Clean Air for Europe). De la misma forma que es prioritario que Bruselas destine los anunciados 3.000 millones, o los que sean necesarios del Fondo de Innovación, si no se quiere perder la carrera frente a Estados Unidos y China. Eso, sin olvidar el compromiso hecho a los ciudadanos, según el cual la Comisión incentivará estímulos económicos a la compra de eléctricos comunes que fortalezcan el automóvil “made in Europe”.
Solo queda esperar que resulte más operativo que nuestro caduco Plan Moves III. Las promesas, sin concretar de uno nuevo y mejor, con carácter retroactivo hecho por Sara Aagesen, vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica no sólo no llegan, sino que además provocan desconfianza y hay clientes que están cancelando la compra. Tenemos casi nueve millones de automóviles con más de 20 años circulando y la edad media del total se estima está por encima de los 14 años y medio. Definitivamente algo está haciéndose rematadamente mal.