Hace una década, en 2014, el Estado español rescató nueve autopistas que estaban al borde de la quiebra. Estas carreteras, que nacieron bajo la promesa de descongestionar las grandes vías y fomentar el crecimiento económico, han recorrido un largo y accidentado camino desde su construcción. Lo que se planteaba como un éxito en la infraestructura del país, terminó siendo un lastre financiero que sigue afectando las arcas públicas, dejando en duda la viabilidad de las autopistas de peaje en España.
Para muchos conductores, el uso de estas autopistas puede ser algo accidental. A veces, el usuario se da cuenta demasiado tarde de que ha entrado en una carretera de peaje, solo para verse sorprendido con un cobro inesperado. Lo curioso es que, a menudo, estas carreteras están casi vacías, mientras que las alternativas gratuitas están llenas de tráfico. Esta situación refleja un problema estructural que ha afectado a las autopistas desde su creación y que sigue sin resolverse.
3Las consecuencias económicas y el futuro incierto
El impacto económico de estas autopistas es evidente. La inversión proyectada hasta 2032 es de 427 millones de euros, de los cuales gran parte se destinará a la conservación y mejora de las vías. No obstante, la capacidad de generar ingresos sigue siendo limitada, lo que convierte a estas infraestructuras en un activo que el Estado no puede rentabilizar de manera efectiva. Aun así, la SEITT, como empresa pública, no tiene como objetivo generar beneficios, sino más bien prestar un servicio de mantenimiento y operación. Como expresó un alto cargo del Ministerio de Transportes: «La SEITT aspira a cubrir la inversión en mejoras y prestar un servicio. Poco más.»
A pesar de ello, el mantenimiento de estas autopistas sigue representando un desafío económico. Algunas, como la circunvalación de Alicante y la AP-36 (Ocaña-La Roda), han mostrado un comportamiento más equilibrado, con la AP-36 alcanzando un beneficio neto cercano a los 6 millones de euros en 2023. Sin embargo, estos casos son la excepción, y la mayoría de las autopistas rescatadas siguen acumulando pérdidas año tras año.
El problema radica en un diseño inicial que no supo prever el cambio en las tendencias de tráfico y la situación económica global. Las expectativas poco realistas en cuanto al número de usuarios y los altos costes de construcción y expropiación también contribuyeron a que estas infraestructuras se convirtieran en un quebradero de cabeza financiero.