Todo en él abruma. Su potencia, sus 91,8 mkg de par máximo y disponibles desde sólo 1.000 rpm, su tamaño, amplitud y peso por un lado, y su agilidad y prestaciones por el otro, su avanzada tecnología y hasta su precio.
El primer S de la gama Q7 es diésel, pero que nadie se lleve a engaño. No habrá versión de gasolina porque, simplemente, se ha buscado el máximo rendimiento sin penalizar el consumo. La ecuación 435 CV y 7,2 litros de consumo medio es difícil de explicar, hasta que se conoce su avanzada tecnología.
Respuesta inmediata
Es la primera vez que Audi utiliza un 'triplete' en su sobrealimentación, con un compresor eléctrico como novedad destacada. Este gira a 70.000 rpm y entra en acción en apenas 250 milisegundos. Como máximo funciona durante 10 segundos, tiempo más que suficiente para que el primer turbo de geometría variable sea efectivo en su rendimiento.
Este último trabaja en solitario hasta las 2.500 rpm, momento en el que entra en acción el segundo, del mismo tamaño. Con los dos actuando a la vez se registra la potencia máxima.
El compresor eléctrico EPC se alimenta por medio de un sistema elécrico de 48 voltios cuya energía le llega desde una batería de ion-litio ubicada bajo el piso del maletero. Este 'invento' también alimenta al sistema de barras estabilizadoras activas -eAWS-, que estrena este modelo, una opción que se ofrece en un paquete -cuesta 7.550 euros- junto a un diferencial deportivo y a la dirección en las cuatro ruedas.
No hay que pagar aparte por la tracción total quattro, la suspensión neumática o el cambio Tiptronic de ocho relaciones.
Al volante sorprende su respuesta inmediata al pisar el acelerador, el sonido 'bronco' del motor, su agilidad pese a rondar los 2.300 kilos y el consumo que registramos en el contacto: apenas 9,5 litros.