En 1974 se presentó uno de los turismos europeos más rápidos y con más éxito de su segmento, el Citroën CX. A pesar de su gran aceptación en el mercado, en la década de 1980 la marca comenzó a pensar en un sustituto. El proyecto para una nueva berlina grande se bautizó como V80, concretándose, en 1989, con el lanzamiento del XM.
Un año antes, en 1988, en el centro de estudios de la marca y con la colaboración de Art Blackslee se creó Activa, un concept car futurista que sirvió como banco de pruebas para diferentes soluciones que más tarde incorporarían los XM y Xantia, en especial la suspensión hidractiva.
Con tres centralitas electrónicas
El concept car contaba con tres centralitas electrónicas interconectadas que se intercambiaban información: una se encargaba de la suspensión, la segunda de la dirección y la tercera del bienestar a bordo y de los sistemas automáticos. La centralita de la dirección recibía también la información de la velocidad que usaba para decidir si la dirección de las ruedas traseras debe orientarse en el mismo sentido que las delanteras o si las primeras debían girar en sentido opuesto para facilitar las maniobras de aparcamiento.
Sus cuatro ruedas eran motrices, cada una con un motor hidráulico independiente, alimentados por una central hidráulica movida por el motor V6 de 24 válvulas PRV de gasolina capaz de generar 200 CV de potencia, un propulsor que más tarde equiparía la versión más alta del Citroën XM.
El concept car Activa vio la luz en el Salón del Automóvil de París de 1988, como una declaración de lo que la marca era capaz de hacer utilizando la hidráulica.