Resulta complicado responder con pocas palabras a una de las dudas automovilísticas que más se repiten en la actualidad. A día de hoy no existe ninguna tecnología motriz que se muestre netamente superior a las demás de forma absoluta. Pero hay algunas claves por las cuales podemos decir que un coche diésel es mejor que un eléctrico para viajar.
Un coche diésel es mejor que un eléctrico
Cada una tiene sus puntos fuertes y sus puntos débiles, aunque lo que sí es cierto es que con el paso del tiempo cada una va despuntando en determinados aspectos. De esta forma a día de hoy es complicado decantarse por una u otra tecnología sin saber el tipo de utilización que vamos a hacer del coche en cuestión.
Todo, además, en función de la legislación, que es la que establece beneficios adicionales en función de cada tecnología. Por ejemplo, los coches híbridos y eléctricos a día de hoy están muy beneficiados por normativas ecológicas que contempla ayudas como el Plan Moves III o por ordenanzas municipales que les permiten aparcar en las zonas de estacionamiento horario o circular por zonas limitadas a la circulación.
En este contexto es cierto que no existe mejor alternativa que un coche eléctrico si lo que hablamos es de utilización urbana. Pero no es por un motivo puramente automovilístico, sino más bien por razones legislativas como las que ya hemos citado, al no pagar estacionamiento y tener casi libertad absoluta para moverse por los cascos históricos de las ciudades.
Eléctricos, agradables en ciudad
También es cierto que desde un punto de vista puramente automovilístico, conducir un eléctrico es ciudad resulta muy agradable, pues como su entrega de par es inmediata y no tenemos que utilizar el cambio prácticamente sólo tenemos que acelerar y girar. Lo que nos permite callejear con total comodidad.
En el apartado negativo, recargarlos sigue siendo un acto de fe. En un enchufe doméstico de carga convencional (2,3 kwh) es complicado que el coche recupere en una noche el nivel de carga que hemos consumido por el día. Esto nos obliga a buscar algún punto rápido de recarga en la ciudad poder darle un ‘chute’ eléctrico en condiciones de cuando en cuando.
En paralelo resulta complicado justificar la compra de un coche eléctrico con el precio que tienen a pesar de las ayudas para un uso exclusivamente urbano. Pues viajar en un eléctrico hoy en día sigue siendo un acto de fe.
El coste de utilización eléctrico no es gratis
Por si fuera poco, recargarlos no es gratis. De hecho en los últimos meses hemos detectado un incremento importante del precio de las recargas eléctricas, que no parece que vaya a quedarse ahí. En este caso hay una regla válida, a mayor velocidad de recarga mayor es el precio del kilovatio. Por detalles como este podemos decir que un coche diésel es mejor que un eléctrico para viajar.
Híbridos, tecnología de transición
En una posición intermedia, los coches híbridos presentan lo mejor y lo peor de dos mundos. Es sencillo de explicar, por un lado nos permiten obtener los beneficios de conducir de un coche eléctrico en el caso de los híbridos enchufables, disfrutando así de muchos de sus privilegios.
Por otro salen a relucir sus inconvenientes tan pronto como salimos a carretera. El principal problema de su utilización fuera de las ciudades es que una vez que se gasta la batería el coche pasa a funcionar en modo normalmente 100% gasolina.
Una verdadera pena. Pues estos coches cuando funcionan en gasolina están lastrados por unos elevados consumos de combustible. El origen está en el elevado peso del esquema eléctrico con el que cuentan, que les obliga a disponer de una batería que puede pesar entre 150 y 200 kilos. Un verdadero lastre que determina unos consumos ciertamente elevados.
Híbridos no enchufables, los de siempre
Respecto a los híbridos no enchufables, los conocidos como autorrecargables, entre los cuales el más popular es el Toyota Prius, ofrecen una conducción que no resulta nada agradable. Por un lado su empuje y aceleración es manifiestamente mejorable, y por otro las sensaciones al volante no son las mejores. Pues el cambio de tipo variador continuo que emplean determina una utilización en la que la sonoridad resulta muy elevada mientras que las aceleraciones no son equiparables. Una verdadera pena.
Sus valores finales de consumo tampoco son especialmente bajos, especialmente cuando los utilizamos en carretera.
Motores de combustión tradicionales, los apestados
Y por último le llega el turno a las tecnologías más despreciadas en la actualidad; los motores de combustión ya sean de gasolina o diésel.
Pese a las bajísimas emisiones que certifican ambas tecnologías, ambas están lastradas por la etiqueta C que lucen en el parabrisas delantero. Se trata de una etiqueta que ya adelanta nuevas limitaciones a su utilización, eso que los fabricantes siguen reduciendo los consumos y las emisiones de este tipo de motores.
Su principal problema es que desde los organismos pertinentes de la Unión Europea ya se ha firmado su certificado de defunción en 2035. A partir de ese año no se permitirá la venta de este tipo de automóviles en los concesionarios. Sin duda un lastre muy complicado de superar, aunque aún falten más de 10 años y a que la UE ha confirmado que su utilización estará permitida hasta 2050.
Nuestra recomendación a día de hoy
En este contexto y dada la vida media de los automóviles nuestra recomendación para un uso cotidiano que incluya carretera y ciudad es que las versiones movidas por gasolina o gasóleo siguen siendo insuperables. Por un lado son más baratas que cualquiera de las llamadas electrificadas. Por otro lado, su utilización es más agradable para el tipo de uso que estamos acostumbrados a hacer.
Además el precio del combustible, aunque sea alto, no fluctúa tanto como ocurre con el precio del kilovatio.
Por último, no existe la menor duda de que los motores diésel siguen siendo los reyes absolutos de la carretera. Su coste de utilización por kilómetro sigue siendo muy bajo, sólo superado por algunos eléctricos. Las autonomías superiores a los 1.000 kilómetros certifican la comodidad de uso de un tipo de motores con los que puedes recorrer la Península Ibérica casi sin necesidad de parar a repostar. Una de las principales conclusiones es que un coche diésel es mejor que un eléctrico para viajar.