El agua, omnipresente en nuestro planeta y esencial para la vida, podría parecer una solución mágica para alimentar el motor de vehículos. Sin embargo, la realidad es que el agua no es un combustible, al menos no en el sentido energético que conocemos. Mientras que los combustibles como la gasolina liberan energía química al quemarse, el agua no tiene esa capacidad porque es el producto final de una combustión: ya está en su estado más estable. Para convertirla en una fuente de energía, es necesario un proceso que consuma más energía de la que puede generar.
La electrólisis es uno de esos procesos. Este método separa el agua en hidrógeno y oxígeno, aprovechando el hidrógeno como combustible en vehículos con pilas de combustible. Sin embargo, este procedimiento es caro y poco eficiente, lo que limita su adopción masiva.
3Lecciones del pasado: El futuro del hidrógeno y el agua
El motor de agua de Estévez Varela era más una curiosidad que una solución sostenible. Sin embargo, destaca el hidrógeno como un vector energético prometedor. Hoy en día, los coches de hidrógeno avanzan como alternativa limpia, aunque enfrentan retos de infraestructura, costos y eficiencia.
Por otro lado, el agua sigue siendo fundamental en otras tecnologías energéticas. Centrales hidroeléctricas, turbinas y procesos industriales demuestran que, aunque no sea un combustible, el agua puede jugar un papel clave en el suministro energético global.
El desarrollo de tecnologías que utilizan agua como recurso en la automoción ha generado avances notables, aunque sigue enfrentando desafíos. Un ejemplo destacado es el trabajo de NanoFlowcell, una empresa europea que ha creado el prototipo Quantino, un coche impulsado por celdas de flujo que utilizan una solución salina especial derivada del agua de mar.