Todos los coches que cuentan con motores de combustión interna generan emisiones, y todas estas emisiones se expulsan a la atmósfera a través de uno o varios tubos de escape. Normalmente, estas emisiones no son visibles, o son visibles en forma de un inocuo vapor de agua, que se crea por condensación. Pero conviene recalcar ese «normalmente», porque las emisiones de un vehículo también pueden ser visibles: del escape puede emanar humo negro, blanco o, incluso, azul.
Antes de nada, no te alarmes a lo tonto porque es normal que los coches expulsen por el escape un humo ligero, de color blanquecino, en el momento de arrancar el motor. Dicho esto, ya podemos pasar a los humos que sí deberían preocuparte, o al menos, que debes entender para hacer un diagnóstico claro de la salud de cualquier motor. Presta mucha atención y no te pongas de «malos humos» con lo que vas a leer.
5¿Y qué hay del humo blanco?
Fumata blanca no es sinónimo de un nuevo Papa en materia de automoción y tampoco debe confundirse con el humo blanquecino procedente de la condensación. Esto es otra cosa. Es una gran columna de humo blanco. Si pasas por esto, tu coche tiene un claro problema en la junta de la culata.
El refrigerante que mantiene la temperatura del motor a raya se está colando en el interior de la cámara de combustión y, aunque el motor trate de comprimir y quemar esta inadecuada mezcla de aire, combustible y refrigerante, las leyes de la física se lo van a prohibir. ¿El resultado? Una cruel avería ante la que no todos los coches sobreviven.