Testimonios vivos de una marca con enorme capacidad de innovación, están reunidos en un Conservatorio que los mantiene como el primer día para deleite de los que disfrutan con los vehículos que han marcado importantes hitos en la historia del automóvil. Y en esta enorme nave cercana a París no faltan esos icónicos modelos, que reflejan la forma de entender el automóvil de un adelantado a su tiempo, André Citroën, que además de inventar el engranaje con dientes en forma de chevrones -que se mantiene como identidad de marca-, apostó por popularizar el coche ideando la venta a plazos, con precios revolucionarios y acciones comerciales y publicitarias ingeniosas y arriesgadas, como iluminar la Torre Eiffel con el logo y el nombre de Citroën en 1925, o aprovechar la estela de un avión para escribirlo en el cielo de París.
Un recorrido por el abigarrado Conservatorio, donde más de 400 ejemplares que han marcado una época se presentan clasificados por decenios e islas temáticas, da muestra de ese espíritu innovador, que sigue formando parte de la filosofía de la marca. Es la mayor colección de Citroën que hay en el mundo, y en ella no faltan los 'concept', base de los modelos que han ido conquistando el mercado. Contrastan con los más primitivos vehículos de Citroën, previos a la Segunda Guerra Mundial, que nacieron con el Tipo A, el primer coche europeo fabricado en serie, para pasar por B10, C4, C6 o el elegante Rosalie, antes de lanzar el revolucionario Traction Avant (tracción delantera), que respondía a un concepto inédito y dominó el mercado durante 15 años, marcando una época.
De los clásicos a los más modernos
También se guardan numerosos vehículos de la posguerra, como el 2CV o el innovador GS, junto a otros más insólitos como los primeros automóviles de juguete o el helicóptero biplaza desarrollado por Citroën en los años 70 para hacer frente a los atascos. Y no faltan algunas piezas únicas de los primeros comerciales de la marca, como el último ejemplar que se hizo del Tipo H, un modelo habitual entre los restaurantes sobre ruedas (Food Truck), o los coches que hoy marcan diferencias, como el C4 Cactus o el e-Mehari eléctrico.
Otros dos puntales del Conservatorio, que se puede visitar con cita previa, son los espacios dedicados a deporte y aventura, tan ligados a la identidad de Citroën desde sus primeros tiempos, y los más de mil metros de estanterías, que acumulan registros de matriculación, bocetos, planos, carteles, documentos… y un largo etcétera, que convierten este espacio en el mayor centro documental de la marca en el mundo.
Cuatro magníficos. De nuevo en marcha
Cuatro ejemplares en perfecto estado me permitieron conocer esos modelos convertidos ya en leyenda. Por las calles de lo que fue un importante complejo industrial de Citroën conduje esas reliquias, 'vigilados' por un acompañante que sufría tanto como yo cuando alguna marcha rascaba al cambiar en el precioso Rosalie, que requería precisión extrema y parecía obcecado en desviarse a la izquierda cada vez que pisaba el freno.
Especialmente emotivo fue conducir el Avant, el modelo que compró mi padre cuando yo era un bebé. El ahora probado era un siete plazas, sin servodirección y con una larga palanca para insertar las marchas; resultó fácil de llevar sin pisar mucho el acelerador y cambiando poco. Y 2CV y Mehari también me permitieron constatar la vertiginosa evolución del automóvil.