Los semáforos, con sus icónicos tres colores, son una pieza fundamental en el tráfico urbano. Desde su invención, han sido responsables de mantener el orden en las calles, facilitando el flujo de vehículos y peatones. Sin embargo, la llegada de los coches autónomos está abriendo la puerta a nuevas posibilidades. Una de las más sorprendentes es la introducción en los semáforos de un cuarto color: el blanco. ¿Por qué esta necesidad? ¿Qué rol jugará esta nueva luz en nuestras ciudades? En este artículo, exploraremos esta innovadora propuesta que podría cambiar la manera en que entenderemos el tráfico en el futuro.
3Ventajas y desafíos de la ‘fase blanca’
El uso de la luz blanca en los semáforos no está exento de desafíos. Su principal ventaja sería la optimización del tráfico en áreas con mayoría de coches autónomos. La capacidad de esos vehículos para comunicarse entre sí y con la infraestructura de la ciudad permitiría una circulación más fluida, reduciendo el tiempo de viaje (entre un 3% y un 94%, según los investigadores), el consumo de combustible y las emisiones contaminantes.
Sin embargo, la implementación de esta tecnología también presenta retos. Está la cuestión de la confianza: los humanos deberán acostumbrarse a esta nueva luz y entender que, en su presencia, el control de la situación está en manos de los coches autónomos. Y luego, la necesidad de adaptar la infraestructura actual de semáforos y educar a los conductores sobre el significado de la luz blanca, lo que requeriría de un esfuerzo considerable por parte de las autoridades.