En el imaginario colectivo, un coche lujoso como un Porsche siempre parece tener la culpa cuando ocurre un accidente con un coche más modesto. Quizá sea por la desconfianza generalizada hacia quienes conducen vehículos de alta gama, o porque asociamos la velocidad y la imprudencia con los motores más potentes. Pero la realidad, como suele suceder, es mucho más compleja. La culpabilidad no depende del precio de un coche, sino de las decisiones del conductor. Y así lo demostró un reciente accidente que ha generado una avalancha de comentarios en redes sociales y una buena dosis de reflexión.
La historia gira en torno a un Porsche Panamera, símbolo de lujo y prestaciones, y un Dacia Sandero, uno de los coches más humildes y funcionales del mercado. Aunque muchos, al ver las imágenes del choque, podrían haber apuntado al conductor del Porsche como el culpable, los hechos terminaron dejando claro que fue el Sandero quien provocó el accidente. Un golpe a los prejuicios y un recordatorio de que en la carretera, el respeto y la responsabilidad no entienden de marcas.
1Los hechos que desmontaron un prejuicio

El suceso ocurrió en una zona urbana, cuando un conductor al volante de un Dacia Sandero realizó un giro antirreglamentario sin señalizar correctamente ni comprobar si venía tráfico. Justo en ese momento, el Porsche Panamera se aproximaba por el carril correcto, sin exceder los límites de velocidad ni realizar maniobras bruscas. La colisión fue inevitable.
Aunque el impacto generó daños visibles, sobre todo en el Dacia, los informes periciales y el análisis de las cámaras de seguridad demostraron que el conductor del Porsche actuó conforme a la ley y que no pudo anticipar el error del otro conductor. A diferencia de lo que muchos hubieran supuesto al principio, el conductor del vehículo más caro, el Porsche, no fue el responsable. Esta vez, la infracción provenía del coche más modesto, ese que muchos asocian con la prudencia y la conducción “tranquila”.