En el imaginario colectivo, un coche lujoso como un Porsche siempre parece tener la culpa cuando ocurre un accidente con un coche más modesto. Quizá sea por la desconfianza generalizada hacia quienes conducen vehículos de alta gama, o porque asociamos la velocidad y la imprudencia con los motores más potentes. Pero la realidad, como suele suceder, es mucho más compleja. La culpabilidad no depende del precio de un coche, sino de las decisiones del conductor. Y así lo demostró un reciente accidente que ha generado una avalancha de comentarios en redes sociales y una buena dosis de reflexión.
La historia gira en torno a un Porsche Panamera, símbolo de lujo y prestaciones, y un Dacia Sandero, uno de los coches más humildes y funcionales del mercado. Aunque muchos, al ver las imágenes del choque, podrían haber apuntado al conductor del Porsche como el culpable, los hechos terminaron dejando claro que fue el Sandero quien provocó el accidente. Un golpe a los prejuicios y un recordatorio de que en la carretera, el respeto y la responsabilidad no entienden de marcas.
2La responsabilidad vale más que un Porsche

Lo ocurrido pone sobre la mesa una cuestión que, aunque no es nueva, merece ser recordada una y otra vez: no hay relación directa entre el valor económico de un coche y el grado de responsabilidad de quien lo conduce. En otras palabras, conducir un vehículo de 100.000 euros no te hace automáticamente un imprudente, ni tener un coche de 12.000 euros te convierte en un modelo de civismo.
Las estadísticas reflejan que la siniestralidad está mucho más relacionada con el comportamiento del conductor que con el tipo de coche que maneja. Factores como la experiencia, la atención al volante, el respeto a las normas y el estado del vehículo tienen mucho más peso en un accidente que el logotipo de la marca que figura en el capó.