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‘Se rompe cada 5.000 kilómetros’: El ejército dice adiós a una ‘patata’ con el sello made in Spain

En la historia del todoterreno militar español, se ha ganado un lugar poco envidiable. Concebido con grandes expectativas, este modelo, nacido en la factoría de Santana en Linares, fue inicialmente aclamado como una solución robusta para las necesidades del Ejército. Sin embargo, a medida que se pusieron a prueba sus capacidades en el campo, la realidad pintó un panorama bien distinto, y los problemas no tardaron en surgir. Hoy, el Ejército ha decidido poner fin a su historia pese a las mejoras y ajustes, nunca logró cumplir con las demandas de un uso militar riguroso.

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Del legado Land Rover al modelo propio: Los primeros pasos del Aníbal

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Antes de llegar a Aníbal, la planta de Santana en Linares construyó versiones bajo licencia del icónico Land Rover, vehículo que dejó una huella duradera en los sectores agrícolas y rurales de España. Entre 1961 y 1983, los Land Rover Santana ofrecían una durabilidad a prueba de balas, capaz de desafiar el paso del tiempo y convertirse en el compañero fiel de agricultores y cazadores. Estos modelos se distinguían por su confiabilidad, hasta el punto de que aún hoy algunos sobreviven en condiciones difíciles. Sin embargo, al empezar a producir vehículos propios como el Santana 2.500, los problemas de calidad empezaron a asomar tímidamente.

A finales de los 90, Santana intentó hacer resurgir su fama con un todoterreno que no solo cumpliera con el estándar, sino que superara las expectativas. Así nació el Aníbal, con un diseño que intentaba capturar la dureza y la funcionalidad de sus predecesores, además de incluir algunas comodidades modernas como aire acondicionado y dirección asistida. Sin embargo, la aceptación en el mercado civil fue modesta, y el Ejército se convirtió en su principal cliente, adquiriendo la primera flota en 2003.

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