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‘Se rompe cada 5.000 kilómetros’: El ejército dice adiós a una ‘patata’ con el sello made in Spain

En la historia del todoterreno militar español, se ha ganado un lugar poco envidiable. Concebido con grandes expectativas, este modelo, nacido en la factoría de Santana en Linares, fue inicialmente aclamado como una solución robusta para las necesidades del Ejército. Sin embargo, a medida que se pusieron a prueba sus capacidades en el campo, la realidad pintó un panorama bien distinto, y los problemas no tardaron en surgir. Hoy, el Ejército ha decidido poner fin a su historia pese a las mejoras y ajustes, nunca logró cumplir con las demandas de un uso militar riguroso.

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Lecciones y el legado de Santana

La historia de Santana Aníbal es, en muchos sentidos, un recordatorio de las dificultades y riesgos que conlleva el desarrollo de vehículos de uso militar sin experiencia previa en el campo. Santana Motor, que había dejado de lado la producción bajo licencia de Land Rover para embarcarse en proyectos propios, nunca logró replicar la durabilidad de los modelos británicos. En última instancia, el Aníbal se convirtió en un caso de estudio sobre los desafíos de innovación en el ámbito de los todoterrenos, especialmente cuando las expectativas superan las capacidades técnicas.

El cierre de Santana Motor en 2011 marcó el final de una era para la industria automovilística en Linares y dejó una huella en la memoria de quienes trabajaron en el proyecto. Para el Ejército, la retirada de Aníbal supone el final de un capítulo complicado, pero también una oportunidad de renovar su flota con vehículos más modernos y seguros.

Este cambio deja una enseñanza clara: el camino de la innovación en el sector militar exige no solo grandes ideas, sino también una ejecución impecable y una confiabilidad a prueba de todo.

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