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Estos coches no los quería ni el tato y ahora cuestan una fortuna

Algunos vehículos son de por sí deseados por todo el público. Y estos normalmente tienen precios totalmente disparatados a los que solo un puñado de privilegiados puede acceder. Además de que suelen ofrecerse en cortas series, por norma general agotadas antes de que el resto de mortales podamos incluso verlos en foto. Solo tienes que pensar en criaturas como el Ferrari Enzo, el Porsche 918 Spyder, el McLaren P1… Estos deportivos por lo que ya han pasado unos años, mantienen su valor a día de hoy.

ferrari enzo Motor16

También puede darse el caso contrario. Vehículos que tenían unas facturas importantes y que ahora puedes adquirir en el mercado de ocasión por precios bastante ajustados. Más que nada porque sus clientes no quieren arriesgarse a una abultada factura de reparación. Y eso ocurre con coches como los Jaguar XK o el Mercedes-Benz SL R230. Por poner algunos ejemplos.

jaguar xk 1 Motor16

Y por último te encuentras los coches que lo los quería nadie en su época. Esos que los fabricantes lucharon por colocarlos en su día, bien por sus altos precios antaño o bien porque finalmente no eran lo que le habían prometido al cliente. También afectó un momento concreto de la economía y cosas por el estilo. Pero esos coches ahora cuestan verdaderas fortunas y han dejado de ser coches que no los quería nadie a verdaderas piezas de colección, cotizadas a nivel mundial.

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Bugatti Veyron

La historia de otro de los coches que no quería nadie comenzó a gestarse en 1997. Concretamente en un tren entre Tokio y Nagoya. En ese tren se creó el primer boceto de un coche que cambiaría la historia del automóvil.

En el Salón de Ginebra del año 2000 el Grupo Volkswagen, que ya tenía en su poder la compañía Bugatti, anunció el nacimiento del vehículo más rápido y potente de la historia. Hablaban por entonces de más de 1.000 CV y más de 400 km/h. En el objetivo estaba el Bugatti Veyron, que vería la luz un año más tarde.

bugatti veyron 2 Motor16

Aunque es una criatura excepcional, la compañía de Molsheim necesitó la friolera de 10 años para ensamblar y colocar las 450 unidades del Veyron. Al final de su vida todos como parte de ediciones especiales y limitadas para agasajar a sus clientes más pudientes.

Esta maravilla usaba un 8.0 W16 capaz de ofrecer 1.001 CV, aunque las versiones Super Sport alcanzaron los 1.200 CV. Tanto es así que lograron convertirse en los coches más rápidos del mundo con una velocidad máxima de 431 km/h.