Desde 2016, la Dirección General de Tráfico (DGT) clasifica los vehículos según su nivel de emisiones contaminantes. Y aunque la etiqueta medioambiental no es obligatoria a nivel estatal, su uso se ha vuelto necesario para muchos conductores, especialmente en ciudades con limitaciones a la circulación.
Conocer su funcionamiento y ventajas puede evitar sanciones y facilitar la movilidad. ¿Ya cuentas con ella en tu vehículo? ¿Aún no? Pues prepárate, porque las normativas y restricciones podrían ser más severas en el futuro.
1El polémico criterio de la DGT
Cuando la DGT introdujo las etiquetas ambientales, se basó en un criterio simple pero polémico: la fecha de matriculación del vehículo, en lugar de sus emisiones reales. Ello ha penalizado a modelos con mecánicas eficientes, que han recibido etiquetas menos favorables; mientras que otros más contaminantes han sido clasificados con distintivos ecológicos.
Para corregir algunos errores, la DGT permite a los propietarios solicitar un reetiquetado de su vehículo. Sin embargo, el proceso no es gratuito: el dueño debe asumir los costes de gestión, lo que ha generado la crítica de los conductores afectados. Además, el reetiquetado no siempre garantiza que el vehículo reciba un mejor distintivo, lo que añade aún más incertidumbre a la clasificación.