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La manera en que Ferrari ‘trolea’ a Europa y a su obsesión por erradicar los coches contaminantes

El panorama automovilístico en Europa está experimentando una transformación sin precedentes, impulsada por regulaciones cada vez más estrictas en materia de emisiones. En un esfuerzo por cumplir con los límites establecidos y evitar multas cuantiosas, los fabricantes se han visto obligados a redefinir sus estrategias de motorización, optando por la reducción de tamaño y la electrificación, incluso en segmentos de alto rendimiento y lujo, como lo ejemplifica el caso del Lamborghini Revuelto.

La presión regulatoria se intensifica con la amenaza de multas considerables por superar los límites de emisiones, así como con la perspectiva de una prohibición total de motores de combustión no neutros en carbono para 2035 en toda Europa. Además, se establece un objetivo ambicioso de reducción del 55% de las emisiones de CO2 para 2030, lo que representa un desafío significativo para la industria.

Sin embargo, Ferrari ha decidido tomar un rumbo divergente al presentar un superdeportivo exclusivo, un producto emblemático que perdura en el recuerdo a lo largo de los años. La elección de revelarlo durante el Gran Premio de Miami no es una coincidencia, sino una estrategia calculada.

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El escenario futuro de las emisiones en Europa

La evolución de las normativas es evidente en los nuevos límites de emisiones que se impondrán en los próximos años. Actualmente, los fabricantes enfrentan multas si la media de emisiones de sus vehículos supera los 95 gramos por kilómetro de CO2. Sin embargo, se espera que este límite se reduzca gradualmente a 93,6 gramos por kilómetro para la segunda mitad de la década, y aún más drásticamente a 49,5 gramos por kilómetro entre 2030 y 2034, un objetivo que solo parece alcanzable con la adopción generalizada de vehículos híbridos enchufables.

Además de las regulaciones a nivel europeo, los fabricantes también deben enfrentar normativas específicas de cada país. Por ejemplo, en Francia se ha implementado un impuesto específico sobre las emisiones de CO2, lo que ha resultado en un aumento significativo en el precio de modelos como el Toyota Yaris GR, que ahora alcanza los 100.000 euros. Estas medidas contribuyen a un panorama cada vez más hostil para los motores de combustión tradicionales, como lo ilustra el reciente plan presentado por Ferrari.

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