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Un Ford Fiesta dando largas a un Ferrari F8 en Nürburgring: La clave está en su matrícula

En el circuito alemán de Nürburgring, catedral del automovilismo europeo y escenario habitual de supercoches llevados al límite, se vivió recientemente una escena que ha dado la vuelta al mundo del motor: un modesto Ford Fiesta acosando y adelantando sin piedad a un Ferrari F8 Tributo. ¿David contra Goliat? Puede ser. Pero en este duelo no fue la potencia lo que marcó la diferencia, sino algo mucho más simple y revelador: la matrícula del coche.

Las imágenes, grabadas por un aficionado desde uno de los tramos más técnicos del circuito, muestran al utilitario pegado a la parte trasera del superdeportivo italiano durante varias curvas. Lejos de conformarse con seguir su estela, el conductor del pequeño hatchback se permitió el lujo de hacerle luces al deportivo italiano, pidiéndole paso como si se tratara de un lento en el carril izquierdo de una autovía.

El video del Ford Fiesta humillando al Ferrari

La escena, que ha generado miles de comentarios en redes sociales y foros especializados, encontró su explicación en un detalle que muchos pasaron por alto: la matrícula del Ford Fiesta era española. Y eso, en Nürburgring, suele ser sinónimo de una cosa muy concreta: un piloto experimentado que conoce el circuito como la palma de su mano, probablemente al volante de un coche de alquiler especialmente preparado para rodar allí.

En efecto, en el circuito alemán es habitual encontrar coches modestos, incluso modelos de calle como Renault Clio, SEAT Ibiza o Ford Fiesta, equipados con suspensiones deportivas, neumáticos semi-slick y sistemas de frenado mejorados. Son vehículos alquilados por empresas locales o por pilotos aficionados que viajan expresamente al trazado alemán para disfrutar de sus más de 20 kilómetros de curvas y desniveles.

La diferencia entre el Ford Fiesta y el Ferrari

La diferencia entre el Ford Fiesta y el Ferrari
Fuente: Captura de Youtube.

El caso del Ford Fiesta español ha sido aplaudido por su humildad y por el espectáculo que brindó. No se trató solo de una lección de pilotaje, sino también de una demostración de que en Nürburgring, más allá del motor y la carrocería, lo que verdaderamente importa es el conductor. Porque sí, el Ferrari F8 puede alcanzar los 340 km/h y costar más de 300.000 euros, pero todo eso sirve de poco si quien lo lleva no conoce cada centímetro del circuito.

La matrícula española se ha convertido ahora en un símbolo de respeto entre los aficionados del ‘Ring’. Un recordatorio de que, incluso en el templo de la velocidad, la experiencia, la técnica y el valor pueden imponerse al lujo y la potencia. Y que a veces, las largas no solo se hacen con luces… sino también con orgullo como lo vimos en el Nürburgring.