La indignación crece entre los consumidores tras la viralización de un video que muestra a una mujer comprobando, con una probeta graduada, lo que muchos sospechaban desde hace tiempo: algunas gasolineras podrían estar cobrando más combustible del que realmente suministran. El experimento, tan sencillo como revelador, encendió las alarmas en redes sociales y puso en jaque la credibilidad de ciertas estaciones de servicio.
Todo comenzó cuando la mujer, cansada de sospechar que algo no cuadraba cada vez que llenaba el depósito de su coche, decidió actuar. Con una probeta transparente y perfectamente calibrada, se dirigió a una gasolinera y pidió que se le despachara exactamente un litro de gasolina. Al llenarse el recipiente, la línea indicaba claramente un litro justo, pero el surtidor de la estación marcaba que había entregado 1.14 litros. Una diferencia de 140 mililitros que no pasó desapercibida.
Aunque en una cantidad mínima, quedó comprobado que la gasolinera estafaba a sus clientes
El impacto del hallazgo es evidente. Aunque a simple vista puede parecer una cantidad mínima, extrapolada a cientos de clientes y miles de litros diarios, representa una ganancia desproporcionada e injusta para la gasolinera, y una pérdida constante para los usuarios. “Nos están robando y ni cuenta nos damos”, dijo la mujer en el video, que rápidamente fue compartido por miles de usuarios en redes sociales, generando un amplio debate.
Las autoridades de consumo aún no se han pronunciado oficialmente sobre este caso específico, pero asociaciones de usuarios ya han comenzado a movilizarse para exigir controles más rigurosos. Desde organizaciones como FACUA y la OCU se ha solicitado una revisión exhaustiva de los surtidores y sistemas de medición en las estaciones de servicio. “Este tipo de irregularidades no solo afectan al bolsillo del consumidor, también dañan la confianza en todo el sector”, señalaron en un comunicado.
Esto demuestra que cualquier cliente puede llevar a cabo esta prueba en la gasolinería de su barrio
Lo que más sorprende de la situación es la facilidad con la que se puede realizar esta comprobación. El uso de una simple probeta, al alcance de cualquier ciudadano, demostró que, con voluntad y algo de iniciativa, es posible cuestionar y revelar prácticas abusivas que normalmente pasan desapercibidas. No son pocos los usuarios que ahora planean hacer lo mismo y verificar si reciben realmente la cantidad de combustible que pagan.
Este caso sucedido en una gasolinera, ha puesto en evidencia una realidad preocupante: la falta de mecanismos de control visibles y accesibles para los consumidores. En un contexto de precios volátiles y creciente preocupación por el gasto familiar, saber que cada litro cuenta —y que debe ser entregado íntegramente— no es solo una exigencia legítima, sino un derecho básico que no debería depender de experimentos ciudadanos.