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Hispano-Suiza: La marca que fue capaz de desafiar a Rolls-Royce y Bentley

A finales del siglo XIX, en una pequeña aldea de Galicia, España, nació un hombre cuyo nombre resonaría en la historia de la industria automotriz mundial: José María Castro Fernández. Desde sus humildes orígenes, Castro se convertiría en una figura clave en la fundación de una de las marcas más prestigiosas y avanzadas de su tiempo: Hispano-Suiza.

En 1897, José María Castro Fernández se trasladó a Cataluña para dirigir la sucursal de Vic del Banco Vitalicio de España. Fue en este entorno dinámico donde conoció a Emilio de la Cuadra Albiol, un emprendedor con la ambición de producir coches eléctricos. De la Cuadra representaba además a los vehículos Benz en España, una combinación que prometía revolucionar el transporte del país. Sin embargo, el verdadero cambio de rumbo se dio cuando el ingeniero suizo Marc Birkigt se unió a la empresa. Birkigt, un visionario técnico, vio el potencial de los motores de combustión interna sobre los motores eléctricos, una apuesta que marcaría el destino de la compañía.

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La relación institucional de las marcas

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En la era dorada del automóvil de lujo, Hispano-Suiza se posicionó como un competidor formidable frente a marcas icónicas como Rolls-Royce, Bentley y Mercedes-Benz. Al igual que estas marcas, Hispano-Suiza recibió un significativo apoyo institucional y monárquico, especialmente del rey Alfonso XIII de España, cuyo respaldo fue crucial para la internacionalización de la empresa.

Este apoyo no solo validaba la calidad y la innovación de sus vehículos, sino que también los posicionaba como un símbolo de prestigio y excelencia, a la par de sus rivales británicos y alemanes. La estrecha relación con la monarquía y las figuras influyentes de la época ayudó a Hispano-Suiza a establecerse como una de las marcas automotrices más respetadas y deseadas del mundo.