Aunque a veces creamos que lo sabemos hacer todo, siempre somos más duchos en unas cosas que en otras. Conducir con lluvia, por ejemplo, no es sencillo porque la distancia de frenado se alarga y la visibilidad se reduce. Evitar las maniobras bruscas, aumentar la distancia de seguridad, reducir la velocidad y llevar las gomas en buen estado son los mejores aliados. Y, cómo no, llevar sistemas de ayuda a la conducción como el ABS, el ESP o el detector de asfalto mojado.
Con el asfalto mojado, además, la frenada se alarga, la estabilidad del coche queda muy comprometida y es mucho más fácil tener un accidente con consecuencias fatales. Esta dramática posibilidad se reduce llevando los neumáticos con dibujo y presión correctos porque con este fenómeno climático la adherencia que puedan tener las ruedas es clave. Así que toma nota. Pero no solo a esto, también a los aspectos que subrayaremos en las próximas líneas.
6Sé muy suave en las maniobras habituales
En todas las estaciones del año la suavidad al volante siempre va a ser una garantía de conducir relajado y seguro. Pero, si es invierno y llueve o nieva, esto cobra aún más importancia. Conducir con suavidad es una de las mejores decisiones que se pueden tomar.
Suavidad con el acelerador es sinónimo también de evitar que aumente el consumo… ¡o que los pasajeros se mareen! Pero por encima de todo, esta suavidad en las maniobras es útil para evitar la pérdida del control del vehículo, que puede acabar contra un guardarraíl por una trazada brusca casi sin darnos cuenta.