Madrid, una ciudad conocida por su cultura vibrante, su historia y su arquitectura, también alberga una de las obras de ingeniería más impresionantes y polémicas de Europa: los túneles de la M-30. La vasta red subterránea madrileña no solo transforma la manera de moverse en la ciudad. Sus túneles evocan entre los conductores imágenes de portales interdimensionales dignos de la serie Stargate. ¿Te imaginas conducir y sentir que podrías terminar en cualquier parte de España?
4Del caos a la funcionalidad
La construcción de los túneles de la M-30 no fue un proceso fácil ni rápido. Durante los tres años que duró la obra, Madrid estuvo sumida en un caos vial, con desvíos constantes y grandes zonas cerradas al tráfico. Muchos ciudadanos se quejaron del impacto que tuvo en su día a día, pues los retrasos en el transporte y las molestias eran inevitables.
Sin embargo, concluidos los trabajos, la ciudad empezó a ver los beneficios. Se redujo el tráfico en la superficie y se crearon más espacios verdes, y en algunas áreas de la ciudad mejoró la calidad del aire. Hoy en día, más de 1,5 millones de vehículos utilizan estos túneles diariamente, lo que demuestra su importancia para el funcionamiento de la capital.